«Un clavo saca a otro clavo», suelen decirnos cuando alguien nos
destroza el corazĆ³n, como si la soluciĆ³n de volver a confiar y entregarnos
fuese tan fĆ”cil despuĆ©s de algo asĆ, mĆ”xime cuando la ruptura ha venido dada
por el desprecio social hacia nuestra familia. La joven Yukiko aprenderĆ”
esto en la cinta que nos ocupa, aunque aprenderƔ algo mƔs: gratitud, respeto a
sĆ misma en el mĆ”s amplio sentido del tĆ©rmino, en lo concerniente a todo lo que
rodea a su persona incluyendo a los suyos, y lo mƔs importante: sororidad.
Hatsuko, dueƱa de un burdel de cierta importancia con chicas
fijas que viven en la casa, recibe en Ć©l a su hija Yukiko quien ha intentado
suicidarse despuƩs de ser abandonada por su prometido. La madre se sorprende de
la crudeza de su hija cuando le echa en cara que se ve sola por culpa suya. Su novio
no ha podido soportar enterarse de que su futura suegra, era propietaria de un
prostĆbulo, por mĆ”s que Ć©l mismo o sus conocidos frecuentasen establecimientos similares
en su ciudad. Hatsuko trata de hacerle ver que ese prejuicio es una tonterĆa,
que gracias al oficio de su madre y a las chicas, ella ha podido vivir muy
bien, tener lujos, vestir con trajes modernos occidentales y estudiar en la
universidad. Yukiko se sentirĆ” avergonzada de todos modos, no obstante, su
desprecio no alcanzarĆ” a las oiran que trabajan para su madre.
Antes bien, la joven nos mostrarĆ” su solicitud para con
ellas, algo que sorprenderĆ” a las propias trabajadoras, aunque enseguida
comprobaremos que la vergĆ¼enza de la joven se ve orientada hacia la naturaleza
de su oficio, no hacia ellas. La joven serĆ” la primera sorprendida de la
gratitud que ellas sienten hacia Hatsuko, pues las trata con humanidad, les
permite reposar cuando estĆ”n enfermas o indispuestas… su ansia de ayudarlas mantendrĆ”
ocupada a Yukiko, y el doctor recomendado por su madre para cuidar su Ɣnimo,
sentirĆ” por ella una viva atracciĆ³n. Algo que no es tan bonito como parece,
dado que Hatsuko tambiĆ©n estĆ” interesada en Ć©l, mantienen una relaciĆ³n mĆ”s allĆ”
del burdel e incluso sueƱa con vender el establecimiento para ayudarle a
establecerse y contraer matrimonio con Ć©l.
Kenji Mizoguchi, gran conocedor del mundo femenino en el
Ć”mbito de la prostituciĆ³n en particular, nos ofreciĆ³ en esta ocasiĆ³n un drama
atĆpico, comĆŗn en su planteamiento, pero original en su resoluciĆ³n, en el no
sĆ³lo podemos ver la doble moral de la sociedad japonesa para con la mujer y la
sexualidad, sino tambiĆ©n en lo referido a la expresiĆ³n de los sentimientos.
Mientras que todo el mundo esperaba ver la historia terminar en romance o en
tragedia, Mizoguchi nos ofreciĆ³ un final por completo inesperado, si bien muy satisfactorio
y hermoso.
La hipocresĆa de la sociedad nipona ponĆa a la prostituta y
por ende a su entorno, en una situaciĆ³n de vulnerabilidad absoluta, de desprecio
mĆ”ximo. Por un lado, una mujer, en el japĆ³n de posguerra, prĆ”cticamente tenĆa
vetado el acceso al mundo laboral ante la falta de estudios especializados a
los que podĆa acceder y porque los puestos de trabajo eran para los varones que
«tenĆan
que mantener a sus familias»; cuando una mujer accedĆa a un
puesto, era casi en exclusiva de limpiadora o de prostituta, y sĆ³lo en uno de
los dos podĆa obtener un salario con el que mantener a los suyos, que no habĆa
precisamente pocas familias necesitadas de sostĆ©n econĆ³mico. Adivinad en cuĆ”l.
Sin embargo, la mujer que, puesta entre ver morir de hambre a los suyos o
ponerse debajo de otros, «elegĆa» la prostituciĆ³n, se convertĆa de inmediato
en una criatura vil, despreciable, a la que no importaba engaƱar o forzar, y
cuyos sueƱos o necesidades nadie tomaba en cuenta y menos aĆŗn que nadie, los
clientes.
Por el otro lado tenemos la ocultaciĆ³n de los sentimientos. Ya
conocemos todos la diferencia entre el tatemae y el honne en la sociedad nipona,
lo que es socialmente aceptado y lo inaceptable. La expresiĆ³n en pĆŗblico de los
sentimientos se considera de mal gusto, lo que avoca a las personas -mĆ”s aĆŗn a
las mujeres y si son trabajadoras del ramo, ya ni os cuento- a ocultar, disimular,
mentir y disfrazar su cariƱo en todo momento. De hecho, cuando Hatsuko le deja
caer al doctor sus intenciones en cierto momento de la cinta, podemos ver que
Ć©l se siente incĆ³modo. No porque no la corresponda, sino porque le estĆ”
hablando de lo que siente por Ć©l a plena luz del dĆa.
Cuando finalmente la tensiĆ³n estalle, Yukiko no reaccionarĆ”
como lo hubiera hecho al inicio de la historia. Ha tenido sobrado tiempo para
tratar con las chicas, mirar a los clientes y descubrir de quƩ lado quiere
posicionarse. Algo que harĆ” a travĆ©s de la compasiĆ³n, es cierto, pero con
orgullo. Le duele descubrir que, para muchas mujeres, no existe otra
alternativa mƔs que el burdel o el hambre, ella es la primera que no desea
tener a una chica nueva allĆ, que le pide que busque otro trabajo. Aunque, cuando
ya no hay mƔs remedio, opta por pensar que mejor que el burdel sea un lugar lo
mƔs humano y decente posible para ellas.
Como otras cintas de Mizoguchi, aunque no tan celebrada, La
mujer crucificada nos muestra la figura de la prostituta como alguien digno de
comprensiĆ³n y lleno de dignidad, mientras que el putero -sin perdĆ³n- nos es
mostrado como un ser banal, enano, perpetuamente ebrio, carente de control,
dignidad o empatĆa hacia nada que no sea vaciarse, maleducado en sus formas y
prepotente con las chicas.
La mujer crucificada es una cinta melodramƔtica, cruel, pero
con un lado mƔs amable y un final mƔs dulce que otras cintas similares del cineasta.
Puede ser un buen punto de partida para iniciarse en el cine de Mizoguchi,
aunque es en blanco y negro, con subtĆtulos y carece de alivios cĆ³micos.
Cinefiliabilidad 8.
FICHA TĆCNICA
NACIONALIDAD: JAPONESA
DIRECTOR: KENJI MIZOGUCHI
GĆNERO: MELODRAMA
DURACIĆN: 94 MINUTOS
BLANCO Y NEGRO
DISPONIBLE EN FILMIN.
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