CUANDO LA BĆSQUEDA DE LO KAWAII LLEVA A LA HIPERSEXUALIZACIĆN DE NIĆAS.
Por Dita
«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entraƱas. Pecado mĆo, alma mĆa. Lo-li-ta. La lengua emprende un viaje de tres pasos desde el fondo del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta» AsĆ da comienzo una de las obras mĆ”s controvertidas de la Historia de la Literatura, obra que tambiĆ©n da nombre al fenĆ³meno que nos ocupa y de la que me da igual lo que vengan a decir sesudos crĆticos que sepan mĆ”s que yo: NO, no es una historia de amor, como tampoco el lolicon se basa simplemente en la bĆŗsqueda del ideal de belleza o de «monicidad». Puede que naciera para perseguir esa pura idea, voy a darle el beneficio de la duda, pero hoy dĆa, el lolicon es un gĆ©nero de porno y punto.
¿QuĆ© es lolicon?
El vocablo lolicon procede de la uniĆ³n de dos palabras «lolita complex» o
complejo de Lolita, para hacer
referencia a la novela de Nabokov a la que aludĆ en el primer pĆ”rrafo. Se
denominaba asĆ a las chicas jĆ³venes, preadolescentes o adolescentes que
empezaban a descubrir su feminidad y se arreglaban conforme a ella,
maquillƔndose y poniƩndose vestidos quizƔ mƔs adecuados para mujeres de mayor
edad. Puesto que esa manera de actuar solo podĆa entenderse bajo el propĆ³sito
de pretender seducir a cuanto santo varĆ³n las rodease, empezaron a darles ese
nombre de modo peyorativo, haciendo alusiĆ³n tambiĆ©n a que la protagonista de la
novela y pelĆcula era exactamente eso: una buscona precoz que sedujo a un pobre
hombre. Como dato, aclaremos que Lolita tenĆa doce aƱos. SĆ.
El loco final del siglo XX
Durante casi toda la historia del
manga-anime, desde Astroboy a la
actualidad pasando por Heidi, el
trazo de este arte ha luchado por conseguir no solo movimiento y fidelidad,
sino tambiƩn belleza. Las protagonistas del manga siempre han sido las mƔs
guapas de casi cualquier dibujo, desbancando incluso a las princesas Disney. Puesto
que el manga naciĆ³ en su dĆa como entretenimiento infantil-juvenil en su
mayorĆa, eran tambiĆ©n mayorĆa las protagonistas vestidas de colegialas con
trajes de marinerita con faldas tableadas que, ocasionalmente, mostraban las
bragas. En casi cualquier anime, por inocente que fuera, era casi comĆŗn que una
rƔfaga de aire hiciera revolotear la ropa de la protagonista o que esta, al
correr, fuera tomada en contrapicado, imagen que nos ofrecerĆa una vista de sus
piernas al completo y de su ropa interior. Era algo que no solĆa verse en otros
dibujos animados, pero en los japoneses, sĆ; asĆ hacĆan ellos las cosas y nadie
protestaba.
A finales de la dƩcada de los
setenta se acuĆ±Ć³ por primera vez el tĆ©rmino lolicon
y ya en la primera mitad de la dĆ©cada de los ochenta era comĆŗn encontrar en las
revistas de manga para adultos a personajes adolescentes propios o tomados de series
ya existentes de forma muy sexualizada (faldas hipercortas, ropa rota o mojada).
Durante toda la dĆ©cada se persiguiĆ³ adoptar el tĆ©rmino lolicon a la imagen de la belleza aunada a la inocencia, hacer a
los personajes femeninos lo mƔs bonitos posible, pero a la vez que fueran
inconscientes de su propia belleza y seducciĆ³n. QuĆ© duda cabe que eso hizo
aumentar la belleza de las heroĆnas del manga y el anime, cuidar muchĆsimo el
movimiento del cabello, la expresividad de los ojos o la forma del cuerpo, pero
como todo movimiento cultural, tuvo una cara y una cruz. La cruz fue empezar a
sexualizar a personajes que no tenĆan por quĆ© tener caracteres sexuales.
En series adolescentes como Sailor Moon o Ranma ½ hablĆ”bamos de personajes que ya estaban en plena
adolescencia y era normal que tuviesen el cuerpo desarrollado, pero en casos
como Card Captor Sakura, que la
protagonista ni menstruaba, no era preciso hacer incisiĆ³n en sus piernas o en
un pecho aĆŗn inexistente, ni menos aĆŗn poner a personajes que aĆŗn no ponĆan dos
cifras en su edad a tener relaciones sentimentales super complicadas y comidas
de coco en relaciones de pareja a unas edades en las que deberĆan estar
cambiando cromos. Todo aquello se dejĆ³ sentir durante la dĆ©cada de los noventa
y, para cuando al fin llegĆ³ internet y el boom
del porno en webs gratuitas, aquello ya no lo paraba nadie. ImƔgenes de fuerte
contenido erĆ³tico (creadas por fans o por dibujantes profesionales) de
personajes de carƔcter infantil inundaron pƔginas y foros como 4Chan, al punto
que el gobierno japonĆ©s tuvo que redactar una ley que prohibĆa todo tipo de
pornografĆa infantil. Claro que, ¿era los dibujos pornografĆa infantil? Se
llegĆ³ a la conclusiĆ³n de que no, de modo que imĆ”genes sexuales de Heidi, Candy y similares siguieron circulando.
El que las imƔgenes estuvieran restringidas
a la esfera de internet (en aquellos aƱos en los que internet era cosa de
cuatro freaks que tenĆamos un ordenador en casa porque los mĆ³viles, como mucho,
pillaban radio fm y para de contar) controlaba en cierta manera la exposiciĆ³n.
No asĆ que los argumentos adultos se colasen en series de niƱos, ni que la
prƔctica totalidad de los medios nos inundasen con contenidos apetencia sexual
en mayor o menor grado; desde las revistas al cine, todos los medios nos
mostraban a mujeres bellas cada vez mĆ”s jĆ³venes como ejemplo de Ć©xito, de
aceptaciĆ³n social, de felicidad. Sonoro fue el caso de la revista Vogue que
utilizĆ³ a una modelo de solo diez aƱos de edad, Thylane Loubry Blondeau,
maquillada y vestida como una adulta. Tal fue el alboroto, que Vogue se
comprometiĆ³ a no volver a sacar a ninguna modelo menor de 16 aƱos.
El lolicon hoy.
A dĆa de hoy, basta con echar una mirada en Google para darse cuenta de que la sexualizaciĆ³n de personajes infantiles no sufre precisamente de mala salud. Antes, al contrario, cada vez que un personaje femenino infantil es dibujado exactamente como lo que es (o sea: sin formas seductoras), surgen millones de voces asegurando que el feminazismo nos quiere a todos feos y que no hay derecho a que las niƱas se puedan sentir identificadas con un personaje como ellas, que es mĆ”s importante satisfacer la libido del pĆŗblico no objetivo de la obra en cuestiĆ³n. No obstante, se puede considerar que hay dos vertientes en el lolicon:
—El que bebe del ideal primitivo
de hacer personajes bellos e inocentes sin una sexualizaciĆ³n excesiva, es decir
el inofensivo que sĆ³lo desea crear personajes lo mĆ”s monos posible a fin de que
el manga sea bonito, se venda, y la mercadotecnia relacionada sea linda
tambiƩn.
—El porno con menores de edad en el que personajes aparentemente menores (y cuando digo «menores» quiero decir que pueden llevar baby de guarderĆa o hasta paƱales. SĆ. Hacer este artĆculo me ha enseƱado cosas que hubiera preferido no conocer) tienen sexo o se masturban. En algunos casos el contacto sexual se mantiene con otros personajes de su misma edad, en otros se mantiene con padres, hermanos, profesores… TambiĆ©n estĆ” la vertiente en la que los personajes lo pasan bien y lo disfrutan, pero como JapĆ³n tiene esos fetiches tan particulares, pues existe la versiĆ³n en la que los personajes -recalco, que pueden ser hasta bebĆ©s. Putos enfermos, ¡bebĆ©s!- sufren pĆ©rdida de la virginidad de modo doloroso con abundancia de sangre y hasta la muerte. Al menos, de estos Ćŗltimos me he encontrado pocos, pero el dolor sĆ que parece ser algo recurrente. Muy desagradable.
¿Y maƱana?
Debido a la sobreexposiciĆ³n de la
juventud a contenidos pornogrƔficos desde edades tempranas en las que su
cerebro no estĆ” preparado para tolerarlas, debido a la hipersexualizaciĆ³n de la
infancia y a la dificultad de muchos hombres por encontrar una pareja que
cumpla todas sus expectativas (desorbitadas en ocasiones precisamente por
ponerlas en la perfecciĆ³n absoluta del hentai),
el lolicon estĆ” ganando no solo cada
vez mƔs adeptos, sino que tambiƩn se estƔ pasando a mercadotecnia poco menos
que tenebrosa. Es cierto que JapĆ³n es el paĆs que menor Ćndice de ataques
sexuales tiene, pero a la vez tambiĆ©n tuvieron que habilitar un vagĆ³n de trenes
solo para mujeres para evitar tocamientos; so pretexto de saciar los deseos
sexuales de posibles abusadores, fabricantes de juguetes sexuales no dudaron en
sacar una lĆnea de muƱecas sexuales infantilizadas. SĆ. En algunos solo las
piernas y el pubis, de diverso tamaƱo segĆŗn la edad deseada, en otras todo el
cuerpo, con cara mĆ”s o menos de niƱa, prepĆŗber, adolescente o bebĆ©. SegĆŗn los
expertos, el practicar con este tipo de juguetes no reduce el daƱo, solo
cicatea mĆ”s aĆŗn el apetito del posible abusador.
Los dispositivos de realidad
virtual ya coquetean con aplicaciones de sexo simulado o chats con personas
reales a travĆ©s de avatares perfectos. Es solo cuestiĆ³n de tiempo que a alguien
se le ocurra usar avatares de menores de edad. ¿Hasta dĆ³nde llega la legalidad
y la moralidad?
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