Por Dita
«Ya tenemos otra cesante que habremos de mantener… ¿Cuándo se cansará el amo de las mujeres de esa clase?»
Lo llaman el oficio más antiguo del mundo, cosa que ya dice
muchas cosas de nuestro mundo, pero ninguna agradable. Porque si una mujer se
ve obligada a elegir entre morirse de hambre o vender su cuerpo, no es que
nuestras sociedades tengan motivos de orgullo. A mediados del siglo pasado, el
pensamiento marxista adoptado en la China comunista consideró que la prostituta
era esclava de un sistema injusto, que siempre ejercía su labor a la fuerza,
obligada por los chulos o por la necesidad. No le faltaba razón. Motivo por el
que cuando China se convirtió -junto con Rusia- en el primer baluarte del
comunismo, trató de erradicar la prostitución con todas sus fuerzas.
Desgraciadamente, como sucede en el propio comunismo, fue algo que quedó muy
bien sobre el papel, pero que no fue igual de fácil de llevar a cabo.
Entre 1949 y 1960, el Partido Comunista ordenó el cierre de
todos los burdeles, el arresto de los proxenetas y de las trabajadoras de los
locales, amén de crear una fuerte campaña de desmoralización de los clientes,
basada en el miedo a las ETS y el valor del sexo orientado tan solo a la
reproducción y no como vicio burgués. Aunque en apariencia la campaña fue un
gran éxito y las enfermedades sexuales se redujeron hasta casi desaparecer, lo
cierto es que el intercambio sexual por dinero seguía existiendo. A menor
escala, solo para políticos y miembros de los escuadrones a cambio de
determinados privilegios, pero seguía allí. Porque la prostitución no va tanto
de necesidad como de poder, porque hay hombres que necesitan saber que pueden
comprar la compañía o la dignidad de una mujer.
A pesar de que este suceso fue el gran acontecimiento de
China contra la prostitución, no ha sido ni remotamente el único de su
historia. Es más, la historia de China, como la de cualquier país tan
profundamente machista que considera una desgracia el nacimiento de una niña,
está inexorablemente ligada al abuso sexual femenino. Una mujer tenía valor en
tanto daba a luz hijos varones, ni se esperaba de ella nada más, ni se le
permitía hacer nada más.
«¿Qué
amor? El amor no existe. Solo existe el deseo de un hombre por una mujer y el
de una mujer por un hijo. No hay nada más»
Antes de la revolución roja, China, país eminentemente
feudal, se valía de la fuerza de trabajo de los miembros de cada familia para
mantenerse. Una mujer, cuyos pies serían vendados para ir a la moda -y evitar
asimismo su independencia-, no solo no podía trabajar, sino que apenas
pertenecía a la familia. Tan pronto como nacía, su matrimonio se concertaba y
este se haría efectivo tan pronto como la niña llevase unos meses menstruando
con regularidad, quizás un año o dos después si la familia podía permitirse
alimentarla durante más tiempo. Para que el casamiento fuese efectivo, sus
padres debían pagar una dote y después la joven novia pertenecería a la familia
de su esposo. Sus suegros serían sus padres y debería cuidar de ellos, las
visitas a su primer hogar serían anecdóticas, si es que llegaba a darse alguna.
Cuando a una familia le caían en suerte dos hijas, su desgracia era aún mayor,
pues no solo no tendrían a nadie para ayudarles o cuidarles, sino que tendrían
que pagar dos dotes. Para ahorrarse al menos una de ellas, surgió el primer
escalón de la prostitución: la segunda esposa.
Por norma general, los padres ofrecían a las dos hermanas «en
pack»
al mismo marido, siendo la mayor la esposa legítima y la menor, la segunda o concubina.
De este modo solo pagaban una dote y el marido tenía dos esposas, lo que le
aseguraba una sirvienta a cambio nada más que de techo y alimento. Si la
legítima tenía la desgracia de morir el parto (algo muy común), pues mira, ya
tenían ahí el recambio. Todo ventajas. ¿Que qué opinaban ellas? Bueno, eso no
le interesaba a nadie, la mujer no tenía ni voz ni voto.
Muchas niñas de familias pobres incapaces de matarlas -sí,
el asesinato de niñas fue común durante muchos siglos - pero igualmente
incapaces de mantenerlas y pagar su dote, eran vendidas por sus padres a
burdeles, a fin de que las enseñasen a tocar música, bailar, y que llegasen
quizá a convertirse en concubinas de lujo o segundas esposas. Esto no solía
ocurrir más que con las niñas muy guapas, las normalitas eran carne de camastro
para estibadores o peones, a razón de veinte hombres la noche y date con un
canto en los dientes que tienes casa y comida en el burdel.
En tanto a los matrimonios legales, puesto que se trataba de
acuerdos concertados, los hombres chinos diferenciaban entre la esposa -que
estaba para tener hijos, cuidar a los suegros y llevar la administración de la
casa- y la concubina, que estaba para el placer, las fiestas y la diversión, de
la que podías deshacerte si te cansabas de ella. Un hombre podía mantener
cuantas concubinas le permitiese su bolsillo, llegando a convertirlas en
esposas o no. En el caso de que la legítima no diese a luz un hijo varón, si
una concubina concebía el deseado heredero, su estatus podía subir mucho en la
casa, su hijo podía ser hecho pasar como legítimo a fin de heredar y hasta
podía llevar al divorcio de la legítima, pues el no poder concebir, el dar a
luz hijos muertos o el no tener un varón, eran motivos válidos de divorcio. La
mujer china buena y decente tenía prohibido sentir celos porque se consideraba
que juzgar el comportamiento del esposo era pecado. Se decía que había en el
Infierno un rincón especialmente infame dedicado a las esposas celosas.
«Cuando la mujer pierde la belleza como un libro las tapas,
al hombre ya no le interesa leer ese libro, por más que en sus páginas no se
hable más que de amor»
Hoy en día, décadas después de la revolución, la prostitución ha
vuelto -en realidad nunca se fue- a las calles de China, al punto que sus
trabajadoras están muy bien diferenciadas en relación con sus servicios y el
pago que reciben por ellos, a saber:
Segunda esposa: como decía anteriormente, son mujeres mantenidas
por hombres casados que las usan por «aburrimiento» de su primera esposa u
otras razones igual de sólidas y respetables. Estas mujeres reciben un pago
mensual a cambio de sus servicios. Con frecuencia les ponen un piso para ellas
solas en el que las visitan, otras veces viven en la casa familiar. Suelen
tratar de asegurar su futuro con ahorros, pagas extras o propiedades a su
nombre, a fin de no quedarse en la calle con cuarenta años y un hijo, de modo
que este tipo de relaciones quedan reservadas a hombres muy ricos.
Chica paquete o compañera de viaje: similar al caso anterior, pero
solo por un tiempo limitado, como unas vacaciones, una escapada o un viaje de
negocios en el que el interesado desea tener una acompañante. Igualmente, solo
los hombres ricos o políticos de alto nivel pueden permitirse el alquilar a una
persona con derecho a sexo durante un tiempo.
Acompañantes: estas ya son utilizadas por hombres de poder
adquisitivo medio. Se encuentran por toda China, concretamente en los lugares
de esparcimiento como restaurantes, bares de copas de postín, karaokes… cuando
un cliente las aborda, ellas le darán su compañía y quizá alguna que otra
caricia a cambio de invitación a consumiciones. Estas chicas pueden ir por
libre o a comisión del local, a fin de hacer subir la cuenta todo lo posible.
Al finalizar la noche, es probable que se vayan con el cliente para tener sexo
a cambio de una suma de dinero fijada. Pueden elegir sus clientes y negarse a
ir con uno, o aceptarle para la cena y la fiesta, pero no para el sexo, si bien
lo más probable es que accedan a ello porque es allí de donde sacan la mayor
ganancia.
Chicas «ding-dong»: alquilan la habitación de un hotel y se
dedican a llamar a las puertas de las habitaciones vecinas ofreciendo «servicios
de masaje». Como en el caso anterior, algunos hoteles las tienen en nómina a
cambio de seguridad o les pasan contactos a tanto cada uno.
Peluqueras y masajistas: aquí ya empezamos con lo sórdido (es
decir: más). Se trata de salones de belleza y masajes con «final feliz». Las
trabajadoras de estos locales son contratadas a cambio de un puesto en un salón
de belleza en el que les ofrecen alojamiento y comida. El alojamiento,
compartido con otras chicas, es mísero, la comida justa, el salario el mínimo,
y son obligadas a trabajar desnudas para satisfacer sexualmente a sus clientes,
ya sea con el coito completo o mediante masturbación o felación, dependiendo de
la tarifa que haya pagado aquél. No tienen protección, no pueden elegir a sus
clientes y algunas de ellas creen realmente que van a trabajar de peluqueras.
Para cuando se encuentran en una ciudad extraña, sin ningún sitio a donde ir,
sin cinco en el bolsillo ni red de seguridad alguna, ya es demasiado tarde.
Chicas de calle: se dedican a la búsqueda de clientes en los
vestíbulos de hoteles baratos, bares de categoría inferior o en mitad de la
calle. Por norma general están sometidas a chulos, y cobran precios escasos a
cambio de servicios rápidos en moteles a tanto la hora o hasta en la calle.
Chicas de chabola o chicas sub: son las que viven en la periferia,
en lugares todavía en construcción y se ofrecen a los trabajadores que han
emigrado allí a ejercer de peones y que viven en chabolas o casetas
prefabricadas. Como se trata de clientes de muy escasas posibilidades, con
frecuencia completan el pago de una ridícula cantidad de dinero con comida o el
derecho a dormir en la caseta. O solo por comida. Sí, es tan triste como se
lee.
Actualmente, se coquetea con la idea de la legalización y protección del trabajo sexual a todas las escalas, a fin de quitarlo del limbo legal en el que ha estado siempre. China ha recibido fuertes críticas de la ONU y muchas ONG por permitir la discriminación, asesinato, y proliferación del tráfico de mujeres, amén de la penalización de las trabajadoras sexuales más pobres, a la vez que hacía la vista gorda con las que ejercen a niveles más altos y también con los clientes de todo rango. Por otro lado, nadie desea la creación de un barrio rojo junto a su casa, ni pensar que una hija suya pueda acabar como trabajadora del ramo. Mientras se llega a alguna conclusión, muchas mujeres siguen siendo violadas a tanto la hora a la vez que el resto del mundo busca excusas y mira para otro lado.
Fuentes
https://es.wikipedia.org/wiki/Prostituci%C3%B3n_en_la_Rep%C3%BAblica_Popular_China
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1136/la-mujer-en-la-antigua-china/
https://www.saporedicina.com/es/prostitucion-en-china/
Citas: Viento del este, viento del oeste. Pearl S.
Buck.
0 Comentarios
Se respetuoso o se borrará tu comentario. Gracias.