Si existe un país que da a todo lo que hace su sello personal, ese es Japón. Y cuando el país del Sol Naciente importó su primer cargamento de té chino, lo hizo también, de modo que no se limitaron a copiar la infusión, sino que hicieron una propia: el matcha

Cuando los samuráis comenzaron a beber el famoso té verde en polvo, crearon asimismo las casas de té y la ceremonia del té. Asociado a ella quedó para siempre el té y también las geishas, que dedicaban buena parte de su aprendizaje a la ceremonia del té. 

Casas de té y ochayas


Es preciso diferencias ambos conceptos, ya que, aunque el nombre sea el mismo, son tan diferentes como la crema pastelera y la crema solar. La casa de té es un pequeño edificio o habitación de la casa (dependiendo de los posibles del propietario), en la que el dueño y los invitados del mismo llevan a cabo la ceremonia del té. En los salones de té disponen también de estas pequeñas construcciones a las que se llega por un corto paseo a través de un caminito de piedras que ha sido lavado con agua fresca. Las piedras representan las dificultades y problemas, y el agua hace referencia a que estos son lavados y arrastrados por ella, a fin de que lleguemos a la ceremonia también lavados y sin pensar en nada mundano, solo viviendo el presente y listos para disfrutar del té. 

Una vez en la casa de té, descubriremos que se trata de una estancia con una decoración más bien austera, en la que solo suele haber un adorno floral, una cita en caligrafía, o -raras veces- una ventana al exterior. Esto es así para que los invitados se centren solo en el té y, como mucho en meditar acerca de un solo objeto, a fin de que la mente descanse y refresque igual que el cuerpo lo hará con el té. Nos servirán primero un sorbo de koicha, la crema de té batido, que es pesado y espeso, de amargor fuerte, y después el usucha, que es el koicha diluido, mucho más ligero y de menor amargor. Todo ello nos será servido con la mayor economía de movimientos, e intentando que cada paso sea lo más sencillo y bello posible. La armonía del té es, desde el punto de vista japonés, todo un ideal de cultura y refinamiento. Se practica con el deseo de adquirir ese refinamiento, amén de obtener paz espiritual, equilibrio, de hacer nuestra rutina más agradable… para proporcionarnos deleite físico y mental.

La ochaya

En las ochayas también se lleva a cabo esta ceremonia y, de hecho, son llamadas también «casas de té», aunque su esencia se aproxima más a un restaurante de categoría. Las ochayas eran (y son) el lugar de trabajo habitual de geishas y oiran (artistas y prostitutas de lujo, respectivamente), y en ellas se celebraban grandes banquetes de alta cocina, aunque la mayor parte de esta comida era encargada a otros lugares, pues allí únicamente era servida y el suministro del que disponían se limitaba a té y licores.

Ochaya Ichiriki
Ochaya Ichiriki

Durante los banquetes, geishas y oiran amenizaban la velada con su conversación sobre arte, música y otros campos del conocimiento, o bien tocaban sus instrumentos, cantaban, recitaban, bailaban o incluso animaban a los comensales a juegos de beber, contaban chistes o historias… dependiendo de si se trataba de una geisha o una oiran, la charla iría más encaminadas a temas interesantes y refinados, o más bien a dobles sentidos y picardías, aunque siempre sin traspasar los límites del buen gusto ni caer jamás en la vulgaridad o la grosería. 

Tanto geishas como oiran cobraban por asistir a estos banquetes y animarlos con su presencia, y lo hacían de un modo muy curioso, con un sistema llamado «dinero de flor». Estas mujeres cobraban por el tiempo que permanecían en cada fiesta y, al proceder de una época en la que los relojes automáticos todavía no existían, hallaron un medio muy fiable de calcular ese tiempo: quemando incienso. Cada varita de incienso perfumado recibía el nombre de ohana, «flor», y tardaba aproximadamente una hora en quemarse. Antiguamente, cuando una geisha llegaba a la ochaya, la dueña prendía una varita de incienso y aquella cobraba de acuerdo a cuantas varitas de incienso se hubieran quemado mientras permanecía en la fiesta. Claro está, las geishas de mayor categoría cobraban sus honorarios completos por fracciones del ohana, como media hora, un cuarto de hora, y hasta solo por cinco minutos. 

Aquellas ganancias, aunque abundantes, estaban muy repartidas e iban a parar a la dueña de la ochaya donde la geisha podía trabajar, a la de la okiya donde la geisha vivía y comía, al vestidor, a todos aquellos que contribuían de un modo u otro al éxito de la geisha y, claro está, también a la propia geisha. 

Maiko
Maiko


En los barrios del placer, las clases sociales se difuminaban porque no había espectáculo ni diversión restringido solo a nobles o a samuráis, sino que cualquiera que tuviera dinero podía acceder a lo que gustase. Sin embargo, ser cliente de una ochaya no era tan simple como llamar a la puerta y entrar. Se trataba (y aún hoy se trata) de locales muy selectos que no aceptan a cualquiera como parte de su clientela. En un esfuerzo por ofrecer un ambiente agradable y lo más culto, tranquilo y refinado posible, en muchas ochayas no se puede celebrar un banquete a no ser que un socio de la misma responda por ti y te recomiende. Se trata de establecimientos que siempre han sido caros y, hoy día, el montar un banquete en una, con acompañamiento de geishas, puede rondar entre los 3.000 y 6.000€. 

Al igual que las geishas han llegado hasta nosotros con una identidad distorsionada que no se corresponde con la realidad, las ochayas o casas de té también lo han hecho. No eran en absoluto prostíbulos, ni el equivalente a los cabarets europeos como a veces nos han querido hacer creer. Eran lugares donde se celebraban fiestas a las que asistían hombres y mujeres por igual, y en el que no se hubiera sentido violenta nuestra abuelita. Allí tenían lugar conversaciones sobre negocios, arte, música, pero sobre todo se disfrutaba de una buena comida, una grata charla en compañía de mujeres del arte y, sobre todo, del té y la ceremonia que lo acompaña, ¡kampai! 

Fuentes

Wikipedia: casas de té. https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_t%C3%A9 (consultado el 1 de Marzo de 2021).

GOLDEN, ARTHUR: Memorias de una geisha, editorial Suma, 2006.

IWASAKI, MINEKO: Vida de una geisha, ediciones B, 2004.