No puedo considerarme un buen lector de Conan, aunque he crecido con sus cómics y películas. He visto al musculoso bárbaro a color y en blanco y negro enfrentarse a ejércitos y monstruos lovecraftianos antes ni siquiera de conocer a Lovcraft. Robar, ensuciarse, divertirse entre el hedor de la guerra y el sexo… tomar aquello que quería sin más, ya fuera mujer, una joya o una espada maldita por un ente ancestral. No puedo considerarme un buen lector de Conan, pero he crecido oliendo sus páginas cuando no sabía que había que cuidarlos de no ser devorados por las polillas, ácaros y humedad. Una lección no pretendida que me he guardado hasta ahora.
Hablo del Conan de cómics y películas porque hoy en día sé que difieren al de los escritos de Robert E. Howard, artífices de que en cada página de los libros de historia del instituto al leer bárbaro sólo imaginara a moles de músculo y cabellera larga maldiciendo a Crom mientras la sangre anegaba el suelo polvoriento. Pero no puedo considerarme un buen lector de Conan, porque era demasiado pequeño para enterarme de lo que me contaba. Al crecer, la colección de mi padre era sólo páginas agujereadas y papel mojado descolorido; y la de mi tío le acompañó a su nuevo hogar, lejos de mí. Y aún así Conan es uno de los pilares que me introdujo a la fantasía.
Saber que El Torres estaba haciendo esta obra me emocionó. Algo avergonzado y a la vez orgulloso debo decir que es el primer Conan que compro (sí, tengo algunos números sueltos, regalos u hojas en fundas de plástico de lo que pude salvar). Y cierta sensación de pereza me inundaba. No conozco los escritos de Howard. ¿Ante qué me encontraría? Confiaba en lo que escribiera El Torres (cómo no hacerlo tras leer Camisa de Fuerza o El Velo), Bocardo es una bestia (su trabajo en Phantasmagoria es una brutalidad) y aunque a Manoli Martínez fuera desconocida para mi, lo que veía de su color por redes sociales era asombroso. Y aún así no me apetecía volver a un Conan que me llevara a la pura testosterona baldía. Y la confianza dio fruto.
Autores: El Torres, Joe Bocardo, Manolo Martinez.
Publicación: Karras
Género: Fantasía
Año: 2021
SABED, OH PRÍNCIPE…
Un joven príncipe Conan está ante la mayor de sus batallas: sobreponerse a la larga sombra de su padre, el Rey Conan. Leyenda. Barbarie. Rabia. La batalla entre civilización y barbarie que no sólo se produce en los campos de batallas y en los momentos de burocracia, sino en su propia sangre. Una batalla en la que ha de ganar la civilización ¿o no?
«Construimos sobre los cimientos de la barbarie, pero esos cimientos son inestables. Si erramos nuestro camino, si nos hundimos, la barbarie resurge». (extracto de Sangre Bárbara)
Sangre Bárbara es un relato de poso. Sí, hay sangre, hay violencia, hay sexo y hedor, pero todo en torno al relato y en pos de la dualidad Civilización y Barbarie. El Príncipe Conan –hijo- representa a la primera, el Rey Conan –padre– a la segunda. O no exactamente. Un camino de grises como la piedra. Llena de aristas. El golpear del acero en la batalla. Melancolía.
Una carta de amor y pasión al legado de Howard directo a sus más acérrimos fans y a los que no lo son. La sangre bárbara es el legado que recorre nuestras venas y contra la cual debemos elegir refrenar o dejarla salir haciéndonos cargos de sus consecuencias. La responsabilidad que el viejo y aún activo Conan que todos conocemos se ha convertido en grilletes de los que quiere huir. La responsabilidad del joven Conan hijo es la lanza y el escudo para construir un mundo civilizado y defenderlo.
Dualidad de padre e hijo. Miedos y deseos. Permanencia o huida. Amor y lujuria. Destino o elección. Sangre oscura y espesa. Sangre clara y fluida. Dualidad siempre presente que ha de convivir.
Pero Howard no es la única referencia en esta obra. El cine, las novelas y cómics más allá del cimmeriano empapan nuestra cultura y sus autores (conscientes o no de ello) lo empacan todo a en una obra sucia, áspera y llena de esperanza entre la oscuridad y la sangre gracias al dibujo de Bocardo y a los colores de Martínez.
Truenos. El Repicar de la lluvia ¿o sangre? Ira. Deseos de libertad.
Una edición de lujo de precio más que asequible por parte de Karras que espero que poco a poco siga creciendo y cosechando éxitos en su apoyo a autores y autoras del panorama nacional.
«La semilla de donde nace toda gran historia que contar». (extracto de Sangre Bárbara).
La pregunta que lanzo al vuelo ¿sabían sus autores que Sangre Bárbara podría ser la semilla donde nacerán más grandes historias que nos contarán? Espero que en el fondo de su Ser: SÍ.
Confirmando hace poco que en el futuro tendremos más universo de Conan por los autores de Sangre Bárbara (y ya de antes se sabía que de el universo de R. E. Howard), y esperando nueva reedición por parte de Karras para aquellos que se hayan quedado sin él; éste cómic no es sólo su semilla o la del propia Howard… también la de lectores que pueden ser futuros creadores. La semilla a la creación y la imaginación pura. Sangre Bárbara debería ser considerada como un capítulo, una oda al placer de la creación en terrenos creados por Howard que se trata con mimo y reverencia, a él y al lector.
El legado que recorre nuestras venas más allá de la dualidad civilización y barbarie. Tal vez no de su armoniosa convivencia. El nuevo legado de El Torres, Bocardo, Martínez y Karras.
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