Por Sakura
Hace más de un año que los asuntos de tacones en Japón dieron la vuelta al
mundo en todos los titulares por los peores motivos posibles. ¿Qué ha pasado
desde entonces? Aunque el tirón mediático ha finalizado su ciclo vital a golpe
de clicks, los efectos de la onda expansiva inicial siguen sintiéndose de
manera lenta pero progresiva. A primera vista puede parecer todo lo contrario,
si miramos el más reciente índice de desigualdad de género del Foro
Económico Mundial y nos fijamos que Japón ha perdido 11 puestos respecto al informe anterior de 2018.
Tampoco es particularmente esperanzador que meses después de la controversia
zapatil, otro episodio entre deprimente y tragicómico acaparase titulares
internacionales a golpe de pura absurdidez. Empezó a trascender la prohibición de llevar gafas en algunas empresas con excusas tan
exóticas como la supuesta seguridad o la imagen de frialdad que proyectaban.
Medida que sólo afectaba a las mujeres, por supuesto.
Pequeños pasos
Sin embargo, algunos detalles empiezan a señalar un cambio de aires. En
agosto del año pasado, el gigante japonés de las telecomunicaciones NTT DOCOMO anunció una revisión de su código de vestimenta
que eliminó la obligatoriedad de los tacones, y la empresa de cosmética Orbis
recordó que sus regulaciones al respecto empezaron a ser más laxas desde
principios de 2018. De forma similar, Japan Airlines, la aerolínea de
bandera de Japón, anunció que sus requerimientos para el uniforme
ya no incluían un tacón de al menos 3-4 cm para las mujeres, otorgando absoluta
libertad a sus más de 6000 empleadas de llevar el calzado que considerasen
conveniente. No era la primera «innovación» introducida, ya que desde el verano
de 2019 JAL había permitido que las mujeres también llevaran pantalones. ¡Pantalones!
Son medidas modestas, pero siendo empresas de esta envergadura, es más
fácil que otras sigan el ejemplo, como la otra aerolínea japonesa ANA, que también se ha sumado a la tendencia de no seguir jodiendo la
espalda a sus trabajadoras. Gracias por la cortesía.
Por otra parte, el pasado mes de marzo el Primer Ministro Abe apoyó abiertamente que las mujeres no tuvieran que aguantar
medidas poco razonables respecto a la vestimenta en el trabajo, sobre todo si
hacen el mismo trabajo. Ya sabemos que, en política, del dicho al hecho grande
es el trecho, pero una declaración así de explicita es una gran ayuda a la
conversación publica al respecto, especialmente viniendo desde las filas de la
política conservadora del país.
Cuando se intenta matar al mensajero
Yumi Ishikawa señaló un problema con claridad y ayudó a otros a tener el
coraje de levantar su voz en una sociedad en la que la queja está mal vista.
Pagó por ello el precio de la atención mediática. Poner a Ishikawa en el centro
del ojo del huracán también implicó que saliera a la luz que había sido modelo de revistas eróticas, llamadas gravure.
Lo gracioso es que, de esta forma, quienes la atacan por motivos completamente
irrelevantes para la discusión en realidad le están dando la razón. Que hubiese
posado de una u otra forma no quita que tenga razón en su argumento y sigue
señalando un problema de sexismo y moralina si alguien puede considerar que es
un problema que cualquiera pueda usar su imagen libremente.
En una entrevista concedida el pasado marzo, Ishikawa habla
de la importancia de la «furia» para cambiar la sociedad. El uso de la
indignación como motor de cambio. Es una observación válida para problemas que
en realidad no entienden de género: no quejarse, no perturbar la armonía, son
mantras grabados a fuego en todos los ciudadanos.
El aparente inmovilismo social japonés es la consecuencia natural de este
entorno. Los tacones en este caso, son apenas la punta del iceberg de un
rosario de cuestiones sociales sobre los que la sociedad japonesa aún está en
proceso de llegar al siglo XXI. Tiempo al tiempo.
Bibliografía
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Entrevistas a Yumi
Ishikawa https://www.huffingtonpost.jp/entry/yumi-ishikawa_jp_5e623968c5b691b525f133b8
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