—Para
otra vez, seguro que no intenta pasarse de listo — dice ZombiD y no tengo mĆ”s
remedio que asentir. Me pesa, porque soy una blanda, pero tiene razĆ³n.
EstƔbamos
como locos esperando el pedido de la carnicerĆa de Mahogany (se avecina
barbacoa) y, cuando oĆmos llegar la furgoneta, nos lanzamos al vestĆbulo como
locos para recibirle. Ya en el vestĆbulo, vemos que Mahogany abre el furgĆ³n,
saca nuestra cesta y, mientras la acerca a la puerta del Castillo, un ghoul
pretende aprovechar la ocasiĆ³n y distraer algo del vehĆculo. Nunca he visto a
nadie volverse tan deprisa, y menos teniendo en cuenta la envergadura de
Mahogany. AgarrĆ³ al ghoul del pescuezo y lo levantĆ³ en vilo. No dijo nada, pero
cĆ³mo no debiĆ³ mirarle, que cuando le soltĆ³, el ghoul dijo “perdone, seƱor”, y
se fue corriendo.
Hay
quien dice en el Castillo que se deberĆa limpiar el terreno de ghoules. Otros,
que son tradicionales y que su presencia ahuyenta a criaturas aĆŗn peores. A mĆ
me dan pena y reconozco que a veces he dejado fuera algĆŗn pastel o un paquete
de azĆŗcar para ellos. Sea como sea, estĆ”n ahĆ y ahĆ van a seguir siempre, pero
al menos con Mahogany y los pedidos de la carnicerĆa ya no se les va a ocurrir
meterse. TambiĆ©n de saber lidiar con segĆŗn quĆ© elementos sociales sabe mucho
nuestro protagonista de hoy, el Comisario Rizzo. Hoy, en Cine Freak salvaje, El
Superpoli.
Todas las ciudades tienen algunos
barrios por los que es aconsejable no meterse, y menos aĆŗn de noche. Si se
trata de ciudades portuarias, esto es aĆŗn mĆ”s notable, porque al puerto llegan
mercancĆas de todo tipo, legales e ilegales, que atraen a su vez a gente
tambiƩn de todo tipo, compradores y contrabandistas. Eso es lo que sucede en
NĆ”poles, pero allĆ el crimen estĆ” controlado, dentro de un orden, por la mano
de hierro -y nunca mejor dicho- del Comisario Rizzo.
El
Comisario (Bud Spencer) es un policĆa de la vieja escuela, cuyos mĆ©todos serĆ”n
quizĆ” poco ortodoxos, pero efectivos. Aunque no tiene empacho en liarse a torta
limpia con los sospechosos, tiene una saludable repugnancia a llevar armas de
fuego. Buen conocedor de que uno se recupera de un sopapo, pero un tiro tiene
peor arreglo, confĆa en su imponente presencia, sus contactos, su mano
izquierda y su sentido prĆ”ctico para mantener con los criminales una relaciĆ³n
de confianza basada en un toma y daca, de manera que, aunque en la ciudad haya
pequeƱos delitos como robos, hurtos o contrabando, no se producen jamƔs delitos
de sangre ni crĆmenes graves. Esta relaciĆ³n tan delicada se romperĆ” cuando
llegue a la ciudad un nuevo y joven comisario que no aprueba los particulares
mƩtodos de Rizzo, y a la vez, un chulo barato empiece a hacer misteriosamente
dinero a montones.
Nos
encontrƔbamos en los setenta, la crisis energƩtica pegaba fuerte, y las bandas
callejeras ponĆan a pie de calle lo que hasta entonces habĆa sido cosa de
barrios marginales y miserables. El cine de acciĆ³n policĆaco se hacĆa famoso
con actores como Charles Bronson o Clint Eastwood, y en Europa, un paĆs como
Italia, famoso por apuntarse al carro cinematogrƔfico de lo que fuese que
tuviese Ć©xito para hacer caja, no quiso quedarse atrĆ”s. Si ya lo habĆan hecho
en el terror con cintas como La casa del essorcismo, que no fue mƔs que un
remontaje de El diablo se lleva los muertos para apuntarse a la moda de
posesiones demonĆacas inaugurada con El exorcista, nadie les impedĆa intentarlo
tambiĆ©n con el cine de acciĆ³n, pero en este caso, y por contar con la presencia
de Carlo Pedresoli, alias Bud Spencer, estamos ante un ejemplo amable, y
bastante mƔs digno.
Pese
a no contar con su inseparable compaƱero de pantalla, Terence Hill, la acciĆ³n
no deja
de centrarse en las peleas a bofetones, y pese a ser esencialmente en
clave de humor, la acciĆ³n no deja de tener su punto de seriedad y realidad
social. AsĆ, nos encontramos con una de las intervenciones mĆ”s serias del actor
y ex campeĆ³n de nataciĆ³n italiano. El Comisario tendrĆ” que desentraƱar una
complicada madeja de crĆmenes a la vez que trata de lidiar con un nuevo jefe
que no comprende sus mƩtodos y pretende doblegarle a base de prepotencia y
actuar segĆŗn los manuales que no encajan en la realidad con la que Rizzo estĆ”
acostumbrado a luchar. Paralelamente, tendrĆ” que ver cĆ³mo su ciudad y su tan
cuidado equilibrio empiezan a desmoronarse por culpa de la introducciĆ³n de un
nuevo comercio que causa tantas muertes como dinero, y que estĆ” a punto de llevarse
por delante al hijo de su patrona, mujer a la que, sin verlo explĆcitamente en
la pelĆcula, podemos intuir que le une algo mĆ”s estrecho que una mera relaciĆ³n
comercial.
El
Superpoli es una pelĆcula de acciĆ³n muy decente en su gĆ©nero, si bien peca de ir
en exceso a la acciĆ³n y las peleas, y tratar muy poco a los personajes. Una
mayor profundidad psicolĆ³gica de ellos y de sus relaciones habrĆa dado mayor
consistencia argumental a la pelĆcula, es algo que nos deja ligeramente insatisfechos,
con la sensaciĆ³n de que falta un poquito de sal en ese aspecto. Pero tampoco
vamos a pedir peras al olmo, que se trata de una cinta de Bud Spencer: su punto
fuerte eran las bofetadas, y no los monĆ³logos de Shakespeare.
El
Superpoli es una pelĆcula entretenida y de buena factura, agradable para verla
en una tarde tonta si nos apetece descubrir a un Bud Spencer en un papel un
poco diferente a los acostumbrados, pero sin perder la esencia de tranquilĆ³n
forzudo que siempre le acompaĆ±Ć³. Una cinta amena, de apenas cien minutos de
duraciĆ³n, en la que el interĆ©s no decae y la buena voluntad es quizĆ” superior a
la verdad histĆ³rica y social, pero la imponente presencia del protagonista,
hace que lo perdonemos. Cinefiliabilidad 3, lo que significa que es fƔcil de
ver, no es nada aburrida, y es tolerada a partir como de los nueve aƱos; su
Ćŗnico punto en contra es que estĆ” un poco anticuada.
Te voy a enseƱar el plato tĆpico de cierta aldea gala... ¡la castaƱa! |
“Puffin es la mermelada que me gusta mĆ”s que nada.” Si no coges esta
frase, tienes que ver mƔs cine.
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