CorrĆa el verano de 2012 cuando
PSY y su «Gangnam Style» decidieron tomar el mundo al asalto. Una estĆ©tica
irreverente y absurda, una letra en un idioma que nadie entendĆa y una melodĆa
pegajosa bastaron para romper el algoritmo de visitas de YouTube y
transformarse en el Caballo de Troya de la posterior invasiĆ³n musical coreana.
AĆŗn sin haber acabado la dĆ©cada, el Kpop ha pasado completamente de ser una
aficiĆ³n limitada al nicho de los coreanĆ³filos para convertirse en un producto mainstream global, como demuestran sus
frecuentes incursiones en la lista Billboard, la reciente y exitosa apariciĆ³n
de Blackpink en Coachella, el Ćŗltimo tour americano de BTS o la forma en que el
gƩnero ha llegado para quedarse en las listas de Ʃxitos en LatinoamƩrica, por
citar algunos de los mƔs destacados ejemplos recientes.
¿QuĆ©
hay detrĆ”s de este meteĆ³rico ascenso? Los tres titanes de la industria del
entretenimiento coreano, SM Entertainment, JYP Entertainment y YG
Entertainment, fueron quienes, a finales de los aƱos 90, diseƱaron el sistema
que hoy en dĆa ha llevado a cotas extremas de refinamiento el arte de producir popstars como churros, donde la mĆŗsica
no es mƔs que otro ingrediente aparte de una estƩtica cuidadosamente diseƱada,
elevadĆsimos valores de producciĆ³n de videos musicales, elaboradas coreografĆas
y magistrales campaƱas de mƔrquetin.
La
eficacia de la producciĆ³n en masa de estrellas es el resultado del progresivo esmero
de una compleja maquinaria, dedicada a exprimir todo el talento posible y a la
vez proteger la espectacular inversiĆ³n requerida para ellos. Para hacernos una
idea: Algunas fuentes calculan una media de 27mil euros al mes por cada llamado
trainee en concepto de manutenciĆ³n y
clases de canto, baile, actuaciĆ³n, idiomas, protocolo, y un largo etc. Un
entrenamiento global y riguroso con los mejores especialistas que se pueda
permitir la empresa productora del que sĆ³lo saldrĆ”n victoriosos los mejores de
los mejores. Se estima que cada aƱo hay en formaciĆ³n aproximadamente unos 300 trainees entre grandes y pequeƱas
productoras de los que apenas debutan unos 50. Y de estos, tan sĆ³lo un puƱado
alcanzarƔ el verdadero Ʃxito mediƔtico. No es de extraƱar, por lo tanto, el
excesivo celo a la hora de proteger la inversiĆ³n. En un paĆs tan conservador
como lo sigue siendo Corea del Sur, cualquier fallo de imagen (uso de
substancias ilegales, problemas con la justicia, disputas o desorden pĆŗblico)
puede acarrear el rechazo de los fans y, por consiguiente, masivas pƩrdidas
millonarias. Sangre, sudor y lƔgrimas para desarrollar una imagen perfecta que
es a la vez el escudo econĆ³mico de las productoras y la cĆ”rcel dorada de los
Ćdolos. El peso del aƱorado Ć©xito: Mucha carga sexual en su imagen pero que no
se entere nadie de que tienen una relaciĆ³n sentimental. Mucha rebeldĆa salvaje
en sus actuaciones pero que se transformen en Ɣngeles desde el momento en que
bajan del escenario. Ni una sola palabra fuera del guion.
Tan
brutal cĆ³mo puede parecer, no hay lugar a dudas de su Ć©xito. En un espacio
relativamente corto de tiempo, la fƔbrica de estrellas se ha convertido en la
mayor embajadora cultural del paĆs a nivel global, pasĆ”ndole la mano por la
cara a sus vecinos de China y JapĆ³n, que no terminan de llegar a tal dominio de
las herramientas de mƔrquetin para trascender a gran escala su mercado local.
La desventaja comparativa de Corea del Sur en cuanto a poblaciĆ³n ha sido
justamente su mayor incentivo, ya que la industria musical de los otros dos
paĆses puede darse el lujo de seguir relativamente aislada y depender
principalmente del consumo local. Ello incluye echar mano de todas las
herramientas digitales, canales de streaming
y una fuerte presencia en redes sociales para interactuar directamente con los
fans en todo el mundo. La formaciĆ³n en idiomas juega un rol clave en este
sentido. Desde hace aƱos la industria coreana, con muy buen tino, procura que
sus estrellas tambiƩn dominen el inglƩs como lengua franca occidental y en
ocasiones incluso el chino y japonƩs para asegurar la correcta desenvoltura con
los medios locales en los distintos paĆses donde van desplegando su artillerĆa.
¿El
precio del Olimpo? Las distintas productoras han sido el objeto de numerosas
crĆticas debido a sus leoninos contratos que algunos comparan con la
esclavitud. No pueden permitir que los beneficios del talento cultivado vayan a
parar a otras manos hasta que su valiosa inversiĆ³n sea amortizada. Contratos de
exclusividad de 10 aƱos o mƔs a partir del debut son habituales en un mundo en
el que sus luminarias suelen ser reclutadas desde la preadolescencia,
obligƔndolas a pasar la mayor parte de su vida confinadas al aislamiento social
durante la persecuciĆ³n de sus sueƱos. Rutinas maratĆ³nicas de ensayos despuĆ©s de
la escuela y absoluta dedicaciĆ³n tras acabar el bachillerato. Es un mundo cruel
en el que a menudo sĆ³lo se tienen los unos a los otros, en muchas ocasiones
viviendo juntos, sĆ³lo para ver rotas esas relaciones cuando unos debutan y
otros no, en una combinaciĆ³n de vergĆ¼enza, culpa y tristeza compartida a partes
iguales entre los que han alcanzado la meta y los que se han quedado en el
foso. Un ejemplo de ello fue el trƔgico suicidio de Ahn So Jin, quien se
suicidĆ³ en 2015 tras caer en una profunda depresiĆ³n ocasionada por varios
intentos fallidos de debutar. A veces no es mucho mejor para los que han
llegado a la cima. U Nee era una exitosa actriz y cantante que sucumbiĆ³ a los
efectos del acoso online, y acabĆ³ ahorcĆ”ndose en 2007 a los 25 aƱos. Jonghyun,
miembro de la popular banda SHINee, pasĆ³ en 2017 a engrosar las filas del
siniestro club de los 27 cuando se vio incapaz de afrontar el excesivo estrƩs
de su estilo de vida. Y recientemente Sully, quien el pasado 14 de octubre
decidiĆ³ que hasta allĆ habĆa llegado con tan sĆ³lo 25 aƱos, decisiĆ³n atribuida
tambiƩn al ciberacoso por parte de sus allegados.
IrĆ³nicamente,
el inicio del Kpop tal como lo conocemos ahora, naciĆ³ de la necesidad de romper
con los esquemas de una industria excesivamente encorsetada y conservadora que
seguĆa reproduciendo los mismos patrones culturales de la Ć©poca de la
dictadura, aĆŗn reciente en aquel entonces. El consenso mĆ”s generalizado sitĆŗa
el nacimiento del gƩnero en el 11 de abril de 1992, cuando Seo Taiji and Boys
revolucionaron el panorama existente con su primera apariciĆ³n en un programa de
talentos musicales. La combinaciĆ³n de pop tradicional coreano con sonidos y
coreografĆas propias del rap, hip-hop y rock alternativo americano les valiĆ³ la
puntuaciĆ³n mĆ”s baja del concurso a la vez que el Ć©xito instantĆ”neo con las
masas. Un acto de rebeldĆa que a la postre se convertirĆa en la piedra angular
de los actuales gigantes de la producciĆ³n en serie.
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