La reflexión sobre la naturaleza humana a partir de sujetos no-humanos no es una novedad en ficción. Títulos destacados como Blade Runner, Metrópolis, A.I. o I, Robot han llevado a cabo esta práctica siguiendo el enfoque de las carencias humanas de dichos personajes, por el simple hecho de que es más fácil reflexionar sobre lo que te falta que hacerlo sobre algo que das por sentado.

¿No era esto una reseña de anime? Allí vamos. Death Parade, una de las joyas de la última temporada de invierno 2015, va un paso más allá y además nos mete a la inexorable muerte de por medio: Si existe un más allá ¿quién decide el destino último de nuestras almas? ¿cómo?. El estudio Madhouse y el director Yuzuru Tachikawa han dado con una original respuesta: un barman y un macabro juego, cuyo resultado dependerá tanto del ganador del juego como de sus acciones durante el mismo. No es tan fácil pasar a mejor (o peor) vida.

La premisa es la siguiente: cuando dos personas mueren a la vez, un resumen de sus recuerdos llega directamente a la mente del juez mientras son llevadas al bar con la mayor parte de sus recuerdos borrados (incluído el de haber perecido) y allí se les obliga a participar en juegos tales como dardos, hockey de aire, billar, etc. El pequeño gran detalle: se les convence de que se juegan la vida en esa partida y de que la huida es imposible. La incredulidad da paso al enfado, y el enfado eventualmente se convierte en temor. La justificación es que la emoción humana más primitiva es el miedo, concretamente el miedo a morir. Sólo en situaciones extremas puede aflorar la oscuridad del alma y sólo de esta forma el árbitro tendrá una perspectiva suficientemente completa para llevar a cabo el juicio. Lo cierto es que ganar o perder es irrelevante, no es más que una excusa para crear situaciones límite donde los jugadores, en base a su comportamiento, se están jugando algo más trascendental: que su alma reencarne o sea condenada para siempre al vacío.


El origen de la serie se encuentra en un OVA de un único episodio de 2013, llamado Death Billiards, donde los elementos básicos de la trama y sus personajes principales ya son introducidos. El desarrollo posterior de la historia partirá de la misma base y con pistas suficientes para darnos a entender que el OVA transcurre cronológicamente en algún momento en medio de la historia. Y al igual que en ese primer corto, seguiremos de cerca a Decim, uno de los árbitros y encargado de Quindecim, el bar donde se desarrolla buena parte de la trama. Lleva cinco años haciendo de juez y está orgulloso de su labor y de su empeño por entender a los seres humanos. Un individuo con cara de póker que a pesar de carecer de emociones, procura empatizar con todos a quienes juzga, hasta el extremo de coleccionar réplicas de ellos en forma de marionetas a tamaño natural a fin de no olvidarles. Para sus compañeros es algo siniestro y grotesco; para él es un símbolo de respeto. 

Un evento fortuito cambiará su rutina habitual: la llegada de una ‘cliente’ que recuerda perfectamente haber muerto. Bajo estas circunstancias, no puede ser juzgada. Por lo tanto, la supervisora de Decim establece que la joven le asistirá en cada juicio a partir de ese momento, sólo por una temporada hasta que Decim decida que ha llegado el momento de juzgarla. Y es durante ese tiempo que presenciaremos cómo la interacción con una humana empieza a cambiar al serio e inalterable juez.

¿Hasta qué punto puede juzgarnos un ente incapaz de empatizar con nuestras emociones? A lo largo de la historia la pregunta se mantiene en el aire, mientras somos testigos de la lucha a muerte de los que ignoran el haber dejado de pertenecer al mundo de los vivos y la intensa carga emocional que va en aumento a medida que van recuperando sus recuerdos hasta el momento del juicio final. La incorruptible expresión del juez oculta una desesperada necesidad de entenderles mientras las pobres almas dan lo mejor y lo peor de sí mismos. Y es aquí donde está lo realmente interesante. A dos difuntos por episodio, los espectadores no tenemos apenas tiempo de empezar a empatizar con ellos, pero el guión logra trazar personajes y breves pinceladas de su historia con la suficiente complejidad como para identificarnos con uno u otro y establecer la imposibilidad de hablar de alguien en términos absolutos de bondad o maldad, aunque en vida hubiese llevado una vida irreprochable o hubiera cometido errores que lamentar. La asistente humana no tarda en señalar lo injusto que puede ser juzgarles por las reacciones que puedan tener al ponerles contra las cuerdas, porque a la vez que somos complejos, también podemos ser muy simples y mostrar bondad o maldad dependiendo de las circunstancias a las que somos sometidos. La vida es a veces cruel e injusta, y este tipo de juicio también parece serlo.

En algunos de los más intensos episodios, es al final donde sufrimos el golpe de gracia. Una vez ya conocemos el destino de cada uno, el resumen de los recuerdos recibidos por el juez son reproducidos al mismo tiempo que los títulos de crédito y es donde los más sentimentales nos desmoronamos: Ahí tenemos delante la vida y las esperanzas truncadas. El dolor de la pérdida. Ese mismo dolor que poco a poco se irá convirtiendo en un elemento catártico para Decim en su búsqueda de la comprensión de las emociones humanas. Y aquí concluyo con el destripe parcial, que la idea es que lo veáis por vuestra cuenta. Sólo añadir que muy probablemente el final es uno de esos poquísimos casos en los que se logra cerrar el círculo de forma satisfactoria, en lugar de crear expectativas y no saber cómo resolverlas cuando el tiempo apremia. Y en apenas 12 episodios (Lo bueno, si breve, dos veces bueno). Un diez.

El apartado musical juega un papel fundamental en la atmósfera del relato, partiendo de la base de una melodía de fondo similar a la que podemos encontrar en un tranquilo bar de copas, la cual se va adaptando al ritmo de los acontecimientos. Un curioso contraste es el que se da con el tema de inicio (alegre e increíblemente pegadizo), que puede hacer creer a la audiencia que le espera una historia bastante más ligera y menos oscura de lo que realmente es, y el tema del final, una balada pop-rock de mayor carga dramática y emocional. Desde un primer momento nos quieren dejar claro que nos hemos sentado en una montaña rusa.

Ficha Técnica

Nombre Original: Death Parade

Director: Yuzuru Tachikawa

Estudio: Madhouse

Año: 2015

Género: Drama, thriller psicológico

Categoría: Seinen