No se oye una mosca en el salón, sólo nuestro diálogo. Los niños parecen hasta respirar al unísono, y la verdad que ver sus miradas de ilusión, me hace pensar que eso de la faldita a cuadros, las trenzas de lana y la capa roja, puedo pasarlos por alto. 

    -¡Huy, abuelita, y qué ojos tan grandes tieeeenes...! 

    -Son para verte mejor - me contesta el dr. Molina, que hace de Lobo, vestido de la Abuelita.

    -¡Qué dientes tienes, qué horror, tan agudos y afilados!

    -¡Para comerte mejor y tragarte en dos bocados! 

    -¡AAAAH! - Mi grito no ha sido del todo fingido, porque el dr. me pega un achuchón que me tira sobre la cama, los niños chillan y le sacudo un señor revés al doctor que le pongo bizco, al tiempo que entra ZombiD de Cazador y le arrea con toda la culata de la escopeta, "suerte que es de goma, si no, no lo cuenta", pienso, mientras el dr. lanza zarpazos y tira un bocado que casi se le lleva medio antebrazo a mi novio, y bajamos el telón para intentar separarlos. Hacer una obra de Caperucita Roja, no es tan fácil como lo parece... No obstante, es un cuento que me gusta mucho, y a pesar de los años que han pasado desde Perrault, por desgracia su mensaje sigue vigente: no hables con desconocidos. De esa sencilla base, parte nuestra cinta de hoy: La última casa a la izquierda, cinta dirigida por el tristemente fallecido ésta misma semana, Wes Craven. 


 
   Por norma general, me suele gustar el cine claro. Esto es, las películas que, desde que comienzan, te dejan claro cuál va a ser su tono o más o menos qué vas a ver. Psicosis empieza con una música chirriante que te hace saber que estás ante el mejor Hitchcock, El mundo está loco, loco, loco, tiene una de las secuencias de créditos de inicio más divertidas del cine junto con quizá La Pantera Rosa, El resplandor nos pone en una vistas preciosas, pero con una música de espanto que nos advierte que, aunque el escenario sea lindísimo, la película no lo va a ser tanto... Tiendo a sospechar de las películas que se disfrazan de comedia sencillita o de cine amable y de repente, PAF, alguien tiene un tumor cerebral y todo se va al cuerno. Sí, por norma general, me gusta el cine que se jacta de ser de un género determinado, ya sea éste terror, thriller, comedia,... o hasta drama, me gusta siempre que me hablen claro. No obstante, hasta yo tengo mis excepciones, y la de hoy, es una de ellas, porque La última casa a la izquierda, es una cinta que tarda en arrancar como cinta de terror, y aún cuando lo hace tiene unos altibajos en la ambientación, con escenas cómicas o música country de persecución hilarante, que no parecen pegar con nada.

     Mary es una alegre y guapísima joven de 17 años que vive con sus padres en una casa apartada, en un bosque, con los que se lleva muy bien. Tiene fama de ser la chica más guapa de los alrededores, y vive una vida maravillosa. Una tarde, queda con una amiga para ir a un concierto, pero a las dos se les antoja fumar un poco de hierba antes de ir y le preguntan a un chico más o menos de su edad (y con una cara y unos dientes de yonki atontado, de esos que hacen que las abuelitas se santigüen cuando los ven) si puede pasarles un poco. Y ese, es El Error. ¿Quién es ese chico? Pues nada menos que Krug Junior, el hijo de un delincuente fugado que está con su novia y un amigo en un apartamento. Los tres joyas (ladrones, asesinos, violadores, abusadores de niñas y delitos varios para elegir) están ocultos hasta que puedan salir de la ciudad. El joven es adicto a la heroína que le proporciona su padre para tenerle controlado, y cuando le piden que busque dos chicas para que les hagan compañía, él obedece y convence a Mary y a su amiga Phyllis de que tiene una hierba estupenda en su casa para que suban con él. Obviamente, Mary y su amiga terminan no yendo al concierto y pasándolo bastante mal. Nada más os diré que el trailer original de la cinta decía "Mientras ve esta película, recuérdese a sí mismo que sólo es una película. Sólo una película".

    Wes Craven, director de la cinta, también se había tomado la molestia de escribir la historia
completa, y, sin más bagage a sus espaldas que un par de cintas pornográficas que había dirigido bajo el seudónimo de Abe Snake, le tocó ir poco menos que mendigando presupuestos entre las productoras, hasta que una casa inferior, la Hallmark Releasing Co. se sintió atraída por la crudeza de ciertos episodios y se mostró interesada, y compraron la historia para Craven por la escalofriante cifra de 10.000 dólares. No era nada del otro jueves, pero cuando llevas meses trabajando como secretario del productor para tener la suficiente confianza con él de ofrecerle tu guión, la pasta es realmente lo de menos. La Hallmark quería dar un bombazo con una película dura y violenta, algo poco convencional y que huyera de los finales felices y del "peace and love" que tanto se había visto en los sesenta (era la época de los grandes experimentos teatrales. A finales de la década anterior, era común ver en los teatros europeos - sobre todo franceses -  obras de vanguardia, difíciles de entender, en donde se exigía del espectador un mayor esfuerzo que el de mirar una historia, sino que más bien se le lanzaba una información que él debía interpretar. Esto, era lo que estaba llegando en ese momento a los Estados Unidos), y en su búsqueda de abofetear al espectador, tuvieron que rebajar el tono, porque vieron que rodaban una porno y se quedaban tan anchos.

    La historia tiene ciertos puntos realmente poco agradables de humillación y violación heterosexual y lésbica, donde vemos a los fugitivos regodearse en su "maldad" por el mero hecho de hacerlo. A diferencia de otras películas en las que los villanos se mueven por dinero, egoísmo, o locura, aquí Krug y sus secuaces no tienen en realidad ninguna motivación más allá de que les gusta hacer daño, les divierte maltratar, insultar, humillar y romper. Igualmente, tampoco se quedaron mancos a la hora de mostrar sangre y muerte en primer plano... y sin embargo, cambiamos de secuencia, y vemos a la policía del pueblo intentando montar en el techo de un camión de gallinas y estampanarse en el suelo en una escena más propia de Los Caraduras (recordadme que os hable de ella, porque esa sí que es una marcianada) que de una cinta de terror. No, no he cambiado de canal, ni ha salido John Cleese en bikini diciendo "Y ahora, algo completamente diferente...". Es que la película es así, tiene esos cambios de tono tan radicales que no los entiende nadie. Bueno, sin duda Craven sí, pero ya no puedo preguntárselo. No obstante, lo que para mí pretendió, fue crear una especie de alivio momentáneo. Una "isla", en la que el espectador pudiera soltar la risa aunque sólo fuera por un momento, antes de volver a la tortura que sufren las dos chicas.

   La última casa a la izquierda es una cinta que, de haberse rodado sólo una década más tarde, entraría de lleno en el gore, y tendría un tono más uniforme, sería más distraída y menos cruda. Como es representativa de su época, es una cinta de desesperanza y dureza, que tarda en arrancar, pero cuando lo hace, desearías que no lo hubiera hecho. El colofón final no es menos violento, pero para cuando llega, Craven sabe que cuenta con todas las simpatías del público para hacer lo que hace, y que la persona que está sentada en la butaca, desea que cada quien reciba lo que merece. Quizá no deje completamente buen sabor de boca por la rapidez de la resolución, pero sí que nos brinda la tranquilidad, el "alivio" que perdimos en el momento que Mary y Phyllis siguieron a Junior.

    La última casa... fue estrenada en un clima de controversia y de censura por su contenido violento
(vista hoy día, es dura y desagradable... figuráos hace cuarenta años). En Norteamérica y Reino Unido, se estrenó con casi doce minutos de cortes, y estuvo en un tris de ganarse una clasificación X, tanto por su violencia, como por que las dos chicas enseñaran el pubis y se besaran. No fue hasta los años ochenta y su salida en vídeo doméstico que se comercializó la versión íntegra. Eso sí, con cortes o sin ellos, las desventuras de Mary y su amiga costaron menos de 90.000$, y recaudaron más de tres millones. ¡Ni que decir tiene que Craven se hizo un nombre como director de cine! No tuvo que volver a dirigir cine X y volvería poco después con Las colinas tienen ojos, cinta que ganó el Premio de la Crítica en Sitges 1977,  aunque en los ochenta tuvo su época de mayor esplendor con la cinta que le haría inmortal, Pesadilla en Elm Street. La última casa... tuvo un remake en el año 2009, más oscuro y gráfico, de peor calidad, pero con un colofón algo más satisfactorio. Si os animáis a verla, ya os digo que el recuerdo os hará sonreír siempre que oigáis el estallido de las palomitas en el microondas.

La última casa a la izquierda es, como decía al inicio, una revisión del cuento clásico que advierte a las niñas que deben tener cuidado y no hablar con desconocidos. Las niñas buenas que no fuman hierba, que están en casa temprano y que no suben a la casa de un chico al que no conocen de nada, no se convierten en juguetes de una partida de psicópatas. Es una película dura, que se recrea en su violencia y que utiliza secuencias que realmente no añaden nada a la trama, tan solo para abofear al espectador y asquearle. El clásico terror psicológico había pasado de moda y ahora el miedo no se escondía detrás del fundido en negro, sino que nos miraba a la cara. Ya no sólo exigía nuestra inquietud o nuestras pesadillas, ahora exigía también nuestro odio y nuestros estómagos. A tus padres no les gustará, no la veas con niños, no es para un plan romántico, y ni siquiera para verla con amigos... es una cinta que ha quedado para verla por puro amor al cine, por representatividad de una época, una forma de hacer cine, y como el bautismo de fuego de un gran director, creador de historias y cineasta, que nos ha dejado. Cinefiliabiliad 9.


"Oooooooooooh.... llama vivaaaaz.... ooooooooooooh... terrible deidaaaaaaaaaaad...." Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.