Decía George Orwell, famoso escritor de "1984" y también
ensayista y cronista reconocido que “Periodismo es publicar lo que alguien no
quiere que se publique. Lo demás son relaciones públicas”. La sinceridad
lamentablemente, una virtud que nuestras madres intentan inculcarnos desde la
más tierna infancia, últimamente está en franca decadencia. Establecemos con
complacencia críticas positivas por los
posibles beneficios o patrocinios que han de venir.
Si bien estimados lectores, servidora ni es periodista de
profesión ni tampoco relaciones
públicas: mi carácter me impide tener la capacidad suficiente como para caer en
gracia a las personas. Sin embargo tiendo a cultivar una rara e incómoda actitud
ante la vida que no es otra que decir la verdad, muy molesta tanto para ajenos
como para propios, que no ha dejado de ocasionarme en muchas situaciones
problemas, graves incluso me atrevería a aventurar. En estos vericuetos del lenguaje me encuentro
simplemente para decirles que voy a intentar a partir de ahora decir la verdad
de forma lo más objetiva posible, o “mi verdad”, porque si bien es cierto, las
verdades tienden a ser subjetivas y como
si fueran prismas, tienen varias caras. Pues aquí va mi cara de esta
historia, que desde luego ni pretende ser destructiva ni tremendista.
Parece absurdo todo este preámbulo para una crónica sobre un
salón del cómic de Barcelona, pero todo aquel que esté en este mundillo, o en
cualquier universo en el que coexistan seres humanos, sabe a lo que me refiero
y si no espero que las mentes puedan leer entrelíneas, pero tanto en esta
crónica como en cualquiera que se publique en la red. Así de poderosa puede
resultar internet si se emplea de buena manera.
El salón del cómic de Barcelona es, cómo no, el evento del
año relacionado con el mundo de la historieta. Punto de encuentro de editores,
libreros, autores y compradores, es también referente para el resto de salones
y tiene una proyección internacional, de lo cual FICOMIC lo sabe, y por lo
mismo, lo prepara a conciencia en cada edición. Que un evento haya sido tan
longevo significa muchas cosas, primero que hacen muchas bien. Efectivamente,
FICOMIC hace cosas estupendas y la principal es darle esa plataforma mediática
al cómic y que ha contribuido en una gran parte al punto donde estamos este
2015.
Pero el principal problema que uno encuentra al final en
este tipo de eventos, sean los salones de Barcelona, los de Alicante, los de
Madrid o las Japan Weekend es ese tufillo a sacacuartos que ronda por el
ambiente. Meditando acerca de esta afirmación, recordaba la feria ARCO, con esa
entrada fantástica y prohibitiva a 40€. Es una feria para comprar obras de
artes o simplemente para verlas y el summun
a lo que un artista puede aspirar en España. Y entonces sigo dándole una vuelta
más a otro tema: la democratización de la cultura, convertirla en bien de uso
para el pueblo. ¡Qué gran salto en la evolución! Por el módico precio de 40€.
“Un momento que saco el talonario y me compro un cuadro de 6000€, ahí va casi
la mitad de mi sueldo anual”.
El cómic ha sido siempre de consumo del pueblo. Mainstream que le dicen ahora en plan cool los hipsters. Es algo tan
íntimamente ligado a nuestras vidas cotidianas que todo el mundo recuerda haber
leído un cómic alguna vez en su vida. Y qué decir de la historia del cómic en
España: esos Borbones en pelotas de
finales del XIX, ese Cu-cut maravilloso o esa Esquetlla de la Torratxa, nada, maravilla
pura de la historia del cómic en nuestro país. Vueltas que da la vida,
principios del siglo XXI y en aún una coleante crisis todavía se quiere sacar
provecho del público en algo que es intrínsecamente nuestro. Mi ecuación me
falla por varios lugares: si la entrada al salón del cómic cada vez es más cara
(8€ este año) y los precios de los stands están cada vez más costosos, entiendo
que esto se ha convertido en un negocio y ha dejado de ser algo meramente por
amor al noveno arte. ¡Ojo! El salón del cómic lo disimula bien en cierta medida,
pero el caso de la Japan Weekend es más que clamoroso. Lo que más podría
criticarse a la organización del salón más que el precio de entrada y el de los
stands, que puede entenderse por el alquiler de la enorme Fira de Barcelona y
de cubrir gastos varios de alojamiento y viajes de autores, es un poco de falta
de obra social. Me explico: ¿no sería más que interesante que si autores o
fanzines, que son parte importante de esta industria, previamente acreditada su
actividad, pudieran tener rebajas en los precios de los stands o tenerlos de
forma gratuita mediante concurso? ¿No se fomentaría a su vez una serie de
retroalimentación positiva a la larga? Tender una mano, ayudar, dar a conocer
sin interés económico o mediático de por medio. Darles la oportunidad, sin más.
También me queda
cierta sensación en el cuerpo de que si no llega a ser por el apoyo de las
grandes editoriales de cómic, el evento se queda en nada. No deja nuevamente de
quedarme un regusto en el paladar y una pregunta en la cabeza: ¿Si por algún
motivo a las editoriales les interesara más trabajar con la AEAC de Madrid, que
sucedería con el salón del cómic de Barcelona? Bajándonos del árbol, no
sucederá, porque FICOMIC , ente organizador del salón es también parte del
Gremi d’editors de Catalunya y la mayoría de editoriales grandes de cómic son
catalanas, así que tienen su apoyo incondicional porque realmente es un
escaparate para ellas y la sinergia es tan evidente que parece estúpido
siquiera señalarlo, pero ahí quiero dejar la reflexión.
Muchas charlas han sido interesantes, pero quizás encuentro
a faltar, y ya aquí como estudiosa de la historia del cómic, que abran más las
miras y salgan un poco de la endogamia en la que parecen encontrarse, tanto del
personal que da las charlas como de la temática. Algo que me apasiona también de los salones son las exposiciones
que organiza en cada edición y las de ésta han sido casi todas soberbias: una
pasa horas haciéndole fotos a las
explicaciones para releérselas en casa. Especialmente
quisiera destacar la exposición de las autoras del cómic femenino del
Franquismo y la de Cifré y Cifré, dos joyas para los que le apasiona la
historia del cómic. La macro exposición con originales de cómics de fantasía ha
sido impresionante y sé a ciencia cierta que la de El Perich ha sacado una
sonrisa a más de uno. Sin embargo, se echa en falta un servicio de
publicaciones que recoja estas exposiciones e incluso las charlas dadas en el
salón y que les dé una investigación más de fondo, como se hace en otras muchas
exposiciones. Todo aquel que está un poco enterado de lo que se mueve en el
mundo del cómic sabe que se adolece de publicaciones que lo estudien de forma
seria aquí en España, pudiendo rellenar un enorme hueco y no dejar perder de esa
forma todo el conocimiento y esfuerzo vertido tanto en charlas como en
exposiciones.
Debe de estar también cambiando algo en la sociedad española
cuando el jueves por la mañana estaba todo el salón lleno de grupos de
escolares disfrutando del cómic junto a los visitantes. Si hay algo que siempre
me gusta remarcar es que los niños y jóvenes de ahora serán los lectores del
futuro. Entre todos podemos hacer que esto continúe y crezca de forma
exponencial, tal cual ha pasado tanto en Francia como en Bélgica, modelo a
todas luces a seguir. ¡Cuán grato resulta ver como la chiquillada disfruta con
los cómics! ¡Qué recuerdos de infancia, cuando a su edad yo también lo
descubría! Inestimable la ayuda brindada por el salón del cómic de Barcelona en
este aspecto, en la aculturación de las nuevas generaciones, que no debería
parar y más con algo tan mundano como las historietas.
El salón del cómic de Barcelona, junto a su organizadora
FICOMIC, tiene muchas cosas buenas y muchas cosas malas. La cuestión es acabar
haciendo balance final de forma objetiva. ¿Es un evento mejorable? Sin lugar a
dudas, y mucho más cuando de
gustibus non est disputandum, pero si hay algo que hay que añadir como final
absoluto es que no pueden perdérselo, en ninguna de sus ediciones. Eso sí, vayan
un jueves por la mañana, es cuando mejor se disfruta el salón.
Por Isabel Valenzuela García (Ysora)
Por Isabel Valenzuela García (Ysora)
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