-¡Tomates lavados! - dice ZombiD, con las manos llenas de tomatitos - ¿Y ahora, qué?

-Ahora, mételos en la batidora y dale caña. - Mientras sofrío los pimientos con la cebolla, le veo volcar todos los tomates en el vaso batidor y, ante mi horror, se dispone a pulsar el botón de encendido sin taparlo - ¡Pero tápal...! -¡BROAAARRRRRRRRRRRRRRRH...! No llego a tiempo, y un montón de zumo de tomate salta por los aires, me empapa de arriba abajo, pasta de tomate sale volando y con un repugnante "chualf" me cae en la cabeza. Me paso ambas manos por la cara y miro a ZombiD. 

   -¡Ahi va.... pareces Carrie! - suelta, y se le escapa la carcajada con todas sus ganas. Como tiene la boca abierta, le encajo un tomate entre las mandíbulas y le doy un mojicón en toda la barbilla; el jugo del tomate reventado le escurre por toda la cara, pero ni así deja de reírse, y al final me hace reír a mí también. La cocina puede ser toda una aventura, y a veces, incluso una actividad de riesgo, sobre todo si es uno de nuestros más queridos vecinos del Castillo el que te invita a cenar, porque lo mismo resulta que tú eres parte del menú... Hoy, en Cine que ya tendrías que haber visto, El silencio de los corderos. 



    Comenzamos con un inicio a la carrera: la estudiante y aspirante a agente del FBI Clarice Starling (Jodie Foster) se encuentra entrenando en el campo de ejercicios cuando su jefe Jack Crawford la manda llamar porque tiene para ella una pequeña misión, relacionada tanto con el caso que ocupa en ese momento las portadas de los periódicos, como con el destino que la joven Clarice ha pedido para cuando se gradúe, que es la unidad de Ciencias del Comportamiento (la unidad de psicología que se encarga de los perfiles mentales de los delincuentes en general y de los asesinos en particular). Bien, el caso candente es el de un asesino en serie apodado Buffalo Bill que ha matado a varias chicas en diferentes estados y del que, mientras se espera que vuelva a actuar, el FBI intenta entender lo mejor posible a fin de atraparle. El recadito que le encargan a Starling, a objeto de dar con la persona que pueda entender, o quizá incluso tener información del citado asesino, es ver a un eminente doctor en psicología. La única pega es que ese doctor está actualmente retenido en una prisión-manicomio de máxima seguridad debido a unos hábitos gastronómicos un tanto peculiares. Le dicen "Haníbal el caníbal", por mejor nombre, Doctor Hannibal Lecter (Sir Anthony Hopkins).

     Clarice, como es natural, accede a entrevistarse con el dr. y éste se digna prestar unos momentos de atención a la joven estudiante, pero en los pocos minutos que dura la entrevista, le hace saber con toda claridad que es él y sólo él quien tiene la sartén por el mango, y que si le concede algo, no será porque ella se lo haya arrebatado, sino porque él haya decidido regalárselo. Con su aguda inteligencia, sus vastos conocimientos y su nula empatía, el dr. hará una radiografía increíblemente exacta de la psicología de Clarice, y, cuando el asesino actúe de nuevo, llevándose en ésta ocasión a la hija de una senadora, se decidirá a darle pequeños retazos de información, siempre y cuando Clarice acceda a hacer con él algo parecido: darle información acerca de sí misma y su pasado. Quid pro quo, lo llama el Doctor. Conocimiento es poder, lo llamo yo. 

     Durante la proyección, Clarice y el dr. Lecter jugarán al ratón y al gato, persiguiéndose
mutuamente en lo que puede parecer un ejercicio detectivesco, y lo es, pero encierra algo más hondo. Clarice es una gran perfeccionista. Ha pasado su vida siguiendo los pasos que ella supone que habrían hecho sentir orgulloso a su difunto padre y vivido según los rectos principios que él le inculcó. Tiene que ser la mejor estudiante, la número uno de su promoción, la más aplicada, la más estudiosa... la mejor en todo. El dr. se dará cuenta apenas verla de su terrible inseguridad y querrá averiguar la razón concreta de la misma. Como en un libro, será capaz de leer en Starling, pero para algunos pasajes, necesitará que ella misma se los confiese. En un principio Clarice, ferozmente celosa de su pasado y su intimidad, se negará a ello, pero la idea de salvar la vida de la joven secuestrada hará que compartir su pasado con la fiera, le parezca un precio razonable para ello.

    El dr. Lecter, por su parte es, en palabras de la propia Clarice "alguien a quien las cosas le divierten, o no le divierten. Y cuando no le divierten...". El agudo doctor está encerrado en una celda, pero lo que el responsable del manicomio, el dr. Chilton, mantiene allí, no es más que el cuerpo de Lecter. "Hay ciertas personas a las que no basta una jaula para poderlas encerrar"(Terry Pratchett). El dr. recibe correspondencia, periódicos, revistas, y mantiene la saludable alimentación de su cerebro con pequeños juegos de ingenio, libros y dibujos, de los que hará partícipe a Starling, lo quiera ella o no. Desde luego que tiene ansias de libertad o deseos de mejorar su mísera situación ("Estoy prisionero, Clarice" - confesará a la estudiante - "Y sé que nunca me dejarán salir. Quiero una ventana desde donde pueda ver un árbol. O incluso agua"), pero no es algo que muestre jamás a las personas que no le interesan o que son descorteses o groseras. Lecter es una persona caprichosa y que se rige únicamente por lo que le apetece hacer; sabe que, en buena ley, no pueden realmente obligarle a nada, de modo que se dedica a jugar con quienes desean sacar algo de él. La idea de que la vida de una joven pende de un hilo, no le importa en absoluto, pero sabe que a los demás sí, y se servirá de ello para hacerlos bailar a su son como marionetas. 

    El personaje del dr. Lecter, pese a los esfuerzos de Starling (y la estupenda actuación de Jodie Foster), la prepotencia de Chilton y la profesionalidad de Crawford, pese a aparecer menos de veinte minutos en toda la cinta, es el protagonista absoluto de la misma. Su presencia se palpa aún cuando no está, precisamente porque es él quien dirige a los personajes. Desde su primera aparición en escena, se hace con nuestro interés y, aunque sepamos de sus gustos culinarios, también se hace con nuestro corazón. A diferencia del resto de sus compañeros de reclusión, del dr. Lecter sería difícil decir con seguridad que no está mentalmente sano. De acuerdo, mató personas y se las comió, pero, ¿qué son unos cuantos cadáveres entre amigos...? El dr. Lecter es un hombre de personalidad arrolladora, culto, interesante, profundamente inteligente, terriblemente educado... y hasta gracioso. Es todo caballerosidad y elegancia, aún llevando puesto un mono de recluso o una camisa de fuerza. Es relajado y sabe transmitir calma, es un enamorado de todas las artes que hacen bonita la vida como la lectura o la música. Le guste o no, Clarice, en su juventud, se verá... "seducida" por él, y eso el dr. lo sabe. Pero no será la única que descubra una grieta en su corazón. 

  
La primera vez que vi esta cinta, contaba once años de edad (en mi casa, las normas de censura eran rígidas para el erotismo, pero bastante laxas para la violencia, lo que explica que me mandasen a la cocina ante ciertas escenas de James Bond, pero viera Doce del patíbulo con menos de diez años), y en mi mente de niña hubo varios momentos que se quedaron grabados a fuego. La primera vez que vi al eminente doctor, fue uno de ellos. Cuando le vi allí de pie tras su cristal, esperando a su visitante con esa expresión de curiosidad en su cara de niño bueno, me dije "¿Y éste es un asesino caníbal? Si tiene carita de Nenuco...". Apenas empieza a hablar y ves cómo se enorgullece de su pasado y como lo exhibe ante Clarice en un intento de intimidarla, ves a la vez cómo ella, aunque verdaderamente sienta temor, no se deja intimidar, sino que le contesta, le planta cara. El dr., acostumbrado a que Chilton pretenda mostrarle como si fuera una atracción de circo, acostumbrado a dar miedo, conserva la curiosidad inicial en Starling y empieza a interesarse por ella. Hoy día, veo que su reacción, aunque muchísimo más controlada y educada, en realidad no dista mucho de la del Joker en el cómic "¿Comprende usted sus derechos?", en la que le traen un compañero de celda y el Príncipe Payaso del Crimen dice a los policías "¿Me habéis traído un regalo, chicos? ¿Puedo abrirlo ya, papa, ¡por favor!?". 

    A lo largo de la cinta, podemos ver cómo el dr. juega con Starling a darle migajas a cambio de un pastel completo, y finalmente, él, en una celda de barrotes, le pasa por entre los mismos el expediente del caso, donde, según él, puede encontrar todo lo que necesita para encontrar al asesino. En ese momento, el dr. Lecter pone al descubierto algo que va más allá del juego. Durante la película, uno puede pensar que Lecter simplemente ha jugado con ella como lo haría con un cachorrito o con un bebé que se cruza en nuestro camino: algo bonito, gracioso, a lo que le dedicamos una sonrisa pero que en realidad no nos importa gran cosa... pero al tenderle el expediente para que lo coja, Lecter le acaricia los dedos con el suyo, en un gesto inocente sólo en apariencia. Gracias a la conversación que acaban de mantener, podemos ver que esa pequeña caricia, en realidad tiene más pimienta que un beso de tornillo y es de un erotismo tan delicado en su forma como intenso en su fondo; el doctor nos hace saber que la joven Clarice le gusta de verdad y que él sabe perfectamente qué va a pasar a continuación, y como él mismo diría: "Usted sólo dispondrá de éste tiempo". 

    Durante los años noventa, el peso de las mujeres como trabajadoras se había hecho más y más
significativo. Las mujeres ya no sólo trabajábamos, y ya no éramos simples secretarias, sino que podíamos hacer cualquier cosa, desde dirigir empresas o llevar poderosos departamentos (como vimos en Armas de mujer, a finales de la década de los ochenta), y hasta algunas de nosotras escogeríamos trabajos en apariencia tan poco gratos como el de forense; Starling es una de esas, y no tolera que nadie la prejuzgue por ser mujer, y cuando alguien, como Chilton, lo intenta, le para rápidamente los pies. Mientras que las películas de asesinos de décadas pasadas (como las protagonizadas por Harry el Sucio en los setenta) se basaban más en la violencia y la persecución físicas, El silencio... nos lleva a una acción mucho más pausada donde esa persecución física sólo se produce al final, y donde es más importante descubrir cómo piensa el asesino que lanzarse tras él a lo loco.

El silencio de los corderos está basada en la novela homónima de Thomas Harris, y forma parte de la trilogía compuesta por El dragón rojo, El silencio de los corderos y Hannibal, siendo estas dos últimas aquéllas en las que tiene mayor peso el personaje del eminente doctor. Por más que la película haga un trabajo fantástico, os aconsejo que os leáis el libro si podéis, realmente merece la pena. Siempre digo que los escritores norteamericanos escriben para el cine, que no saben escribir personajes... en parte es verdad, y aunque a Thomas Harris no le perdonaré nunca el compararme las almenas de un castillo veneciano con los dientes de una calabaza de Halloween (...lomato.lomatolomatolomato), tampoco le honraré nunca lo bastante ni me postraré lo suficiente a sus pies como para agradecerle el crear un personaje tan inmortal como el dr. Lecter... y por describir una depresión, un corazón destrozado, y un interior vacío como un almacén robado de una forma tan rotunda y a la vez tan simple como: "Se sienta en su sillón y mira los libros que tiene a su alcance. Los palpa, y elige el que está caliente". De verdad, leedlo.

Cuando estés al borde de un ataque, piensa que él tenía más razón, y se detuvo a gozar de la música.


El silencio de los corderos se llevó nada menos que los cinco Oscars principales (mejor película, director, actor, actriz y guión), así como un buen número de premios en las ediciones Bafta, Saturn... el dr. Lecter se convirtió en un personaje icónico del terror y fue ascendido al Olimpo del mismo junto a personajes como Jason, Freddy Kruegger, Drácula... En 2001 volvió con la secuela Hannibal, adaptación muy libre y no tan recomendable (en este caso, el libro está muchísimo mejor y cuenta una historia sensiblemente diferente), que ya no contó con la presencia de Jodie Foster, pero sí con la de Anthony Hopkins y también con la de Gary Oldman y Rai diota. Perdón, quería decir Ray Liotta. El silencio de los corderos es una película truculenta, violenta y dura, es preciso verla con atención para no perder el hilo, pero también es muy atrayente, engancha con mucha facilidad y no se hace larga. Cinefiliabilidad 7, lo que significa que es algo árida de ver, no es para ver con niños, pero es muy entretenida.

"No soy mala, es que me han dibujado así" Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.