-En el portal de Belén, hay un zombi haciendo gachas, con la cuchara en la mano, convidando a las muchachas... - ZombiD canturrea mientras me mira con toda intención, sin dejar de remover el ponche de huevo y ron que está preparando, con mucha azúcar. Saca el cucharón de la ponchera y me lo ofrece, y yo, que llevo en las manos la bandeja de los turrones, me acerco con la boca abierta. Separa un poco la cuchara, y yo la sigo sin desconfiar, hasta que él directamente la retira, me agarra de la nuca y me besa.
-¡Eres un zombi tramposo y traicionero! - me río cuando me suelta y me da por fin la cucharada de bebida. Y mi garganta parece quemarse y decir UAU (si no coges este punto, tienes que ver más cine).
-Miren quién habló - sonríe él mientras yo paladeo - La señorita "ZombiD, ayúdame con la maraña de luces del árbol... huy, ahora que tienes las manos atadas, no puedes defenderte si te..."
-¡Chisssssssssssssssst...! - le chisto, colorada como un tomate, porque no estamos solos en el salón, y nuestros amigos y vecinos están empezando a encontrar muy interesante nuestra conversación. - Bueno, puede que tengas razón, de pillo a pillo. Y precisamente de pillos vamos a hablar hoy, en nuestro Cine que sólo se ve en Navidad, Entre pillos anda el juego.
Se acerca la Navidad, hace muchísimo frío y las desigualdades sociales se hacen más agudas que nunca. Así, por un lado tenemos a Louis Winthorp III (Dan Aykroyd), joven multimillonario y tiburón de las finanzas de vida resuelta y extraordinariamente cómoda, y además prometido con la sobrina nieta de los dueños de su empresa... y por otro lado, tenemos a Billy-Ray Valentine (Eddie Murphy), sin techo, pobre de solemnidad y que malvive haciéndose pasar por lisiado para pedir limosna. El destino hará que ambos choquen (literalmente) y que Louis, al ver tan de cerca a un pobre, poco menos que entre en pánico al pensar que pretende atracarle. Billy es inmediatamente detenido, pero su presencia llamará la atención de los hermanos Duke, dueños de la empresa y mentores, al fallecer sus padres, del joven Louis.
Randolph y Mortimer Duke (Ralph Bellamy y Don Ameche respectivamente) sostienen una discusión sobre la naturaleza humana: Randolph sostiene que la genética no es determinante para conseguir el éxito, sino que es el ambiente quien lo condiciona todo. Mortimer apoya lo contrario, que los humanos son como caballos de carreras y que una buena genética es lo que determina que uno prospere. En un intento de averiguarlo, deciden hacer que Louis y Billy Ray intercambien puestos; para ello, difaman, arruinan y expulsan de su mundo a Louis y "adoptan" a Billy Ray, dándole el puesto de trabajo, la casa y las posesiones del primero.
Como es natural, Louis no aceptará de buen grado su caída en desgracia que ni siquiera entiende, y
creerá que Valentine es el culpable de todo lo que le ocurre. Por su parte, Billy Ray tampoco confiará en los hermanos Duke que dicen llevar un programa de rehabilitación, y primero pensará que "todo esto es una coña", después, sospechará que los hermanos Duke quieren acostarse con él, más tarde intentará robar en la que es su propia casa... Lo que no sabe es que para cuando finalice la apuesta-experimento, los hermanos Duke piensan sacarle de allí de una patada, con la misma facilidad con la que le han metido.
Louis es un hombre educado, elegante, pagado de sí mismo y orgulloso a quien han criado en la opulencia y nunca le han enseñado a valerse de verdad por sí mismo, en la creencia innata de que nunca iba a necesitarlo. Cuando se da de narices contra la realidad y se da cuenta de que está arruinado y no tiene a dónde ir, vemos que, fuera de su mundo perfecto, en realidad no sabe hacer nada. No sabe ganarse la vida, no sabe trabajar duro, ni siquiera sabe tratar con las personas que no forman parte de su círculo social, y no tiene ningún amigo digno de tal nombre, aunque él en principio crea que sí. Su fortuíta amistad con la prostituta Ofelia (Jaime Lee Curtis) será lo que le salve de acabar realmente mal. En su desesperación y ofuscación, vemos a un pez fuera del agua más que a un hombre. No tiene ninguna presencia de ánimo, no lucha, sólo se limita a bracear como puede, pero no parece capaz de plantarse ante sí mismo y decidir cómo empezar a rehacerse, sólo busca vengarse. No obstante, esto no quiere decir que su personaje no crezca y cambie; por las malas, pero lo hará. Se dará cuenta de que sus relaciones personales, en realidad eran sólo gente que le acompañaba por la posibilidad de sacar provecho de él y de su posición, pero no por verdadero cariño, y empezará a valorar a las personas por lo que son, y no por lo que tienen, amén de tratarlas como a seres humanos y no con superioridad ni prepotencia.
Por su parte, Valentine es educado cuidadosamente por los hermanos Duke para que pueda llevar a cabo el trabajo antes desempeñado por Louis, cosa que Billy Ray entenderá con rapidez, "yo creo que son corredores de apuestas", dirá, y tendrá razón. Llevado por su propia psicología y su conocimiento de las personas, Valentine se revelará un broker de éxito y hará ganar dinero a los hermanos Duke. En el personaje de Eddie Murphy vemos más una gran adaptación más que un cambio propiamente dicho; es el más inteligente de los dos protagonistas, precisamente porque ha tenido que saber ser listo desde pequeñito para sobrevivir en la calle. Si bien en un principio se deja llevar por su posición de nuevo rico para montar una jarana en su casa, enseguida se dara cuenta de que no quiere tener en su propia vivienda al tipo de gente al que él está acostumbrado. Por su capacidad de adaptarse al ambiente, se volverá educado, se refinará... pero no perderá su agudeza y su capacidad de reaccionar rápidamente cuando le sea revelado el motivo de su presencia allí.
En tercer lugar, hay que mencionar a la guapísima Jaime Lee Curtis en su papel de Ofelia, prostituta
práctica. A través de su personaje, vemos a una chica de pueblo que vino a la ciudad soñando con algo mejor, y se encontró con que sólo el vender su cuerpo le auguraba un futuro más o menos halagüeño, trabajando duro pero sin esclavizarse, sin morirse de hambre, y con posibilidad de abandonarlo. Ofelia, al contrario que Louis, conoce bien el valor del dinero, sabe que es enorme, que cada billete cuesta mucho ganarlo pero se gasta con facilidad pasmosa, y por ello tiene ahorrada una buena cantidad dándole intereses para poder retirarse. En ese aspecto, su manera calculadora de ser, choca con la manera en que se "apiada" de Louis, pero ella misma sabe que ese hombre, en la calle, no aguantará ni un día... y también le ayuda a cambio de la promesa de una cifra. Ella ha sido capaz de buscarse una salida porque proviene también de un ambiente pobre y sabe que la vida es dura... él sólo ha vivido entre algodones toda su vida y no sabe hacer nada de utilidad práctica inmediata que le granjee un salario. Ofelia es una prostituta, pero tiene mucho juicio y conciencia.
Un gran personaje es el de Coleman, el mayordomo primero de Louis y más tarde de Valentine, encarnado por Denholm Elliot (Marcus Brody en Indiana Jones. Sí, ese que se perdió en su propio museo...). Gracias a él, vemos el carácter de Louis siendo rico y de la gente que lo rodea. Coleman, inglés hasta la médula, no piensa en ningún momento en contradecir a sus amos (que no son Louis ni Billy Ray... son los hermanos Duke) porque a través de ellos recibe la paga, pero no siente por ellos el menor afecto, ni siquiera respeto, llegando a limpiarse la mano después de sostener el teléfono para hablar con ellos, mientras musita "Qué gentuza...". Es a través de detalles como éste, que vemos que Louis, por más que viva en esa casa, no es el dueño legal de la misma, sino que los hermanos Duke son los dueños legales de todo y él simplemente el usufructuario, lo que permite echarle de allí con tanta facilidad como nos nuestra la cinta.
Y por último, los hermanos Duke. Randolf y Mortimer han vivido siempre en la riqueza y han sido siempre los dueños de todo cuanto les rodea, desde su empresa, hasta el edificio de la bolsa donde acontece el tan candente como instructivo desenlace final de la película. Para ellos, los seres humanos no son más que cifras, simples figuras que pueden quitarse de sitio si molestan, o cambiarse por otras por mera curiosidad. Están acostumbrados a manejar el mundo a su antojo con una orden, con una palabra, y así los vemos actuar en la película, hasta que esa misma manera de actuar se vuelva en su contra. A pesar de ser hermanos y ser parecidos, y son tan diferentes como sólo dos hermanos pueden serlo, y se chinchan y apoyan con la misma naturalidad. (Nota curiosa: Randolf y Mortimer volvieron a aparecer en la cinta El príncipe de Zamunda, protagonizada también por Eddie Murphy. Pero no puedo deciros cómo, tenéis que verlas).
Estábamos en la década de los ochenta, y durante algunos años, la codicia se convirtió en religión, "¡la codicia es buena!", decía Michael Douglas en Wall Street, 1987. Y así se pensaba: se consideraba que la avaricia podía ser positiva, puesto que nos llevaba a esforzarnos y a conseguir aquéllo que deseábamos, dar un mejor porvenir a nuestros hijos... Los protagonistas de ésta cinta actúan según esta premisa, dejando de lado toda humanidad, en pro de su único bienestar. También a través de los personajes de los hermanos Duke vemos el racismo y las ideas de la supuesta "superioridad moral" de los blancos, en frases como "Por supuesto que le pasa algo malo, Randolf. Es NE-GRO; habrá robado desde que empezó a gatear". Incluso en tratados de psicología y sociología, podíamos observar este paradigma, según el cual, los negros se criaban en familias desestructuradas porque eran incapaces de ser fieles a sola pareja (hombres y mujeres por igual), y se enseñaba a los niños a vivir con el menor esfuerzo posible y mediante pequeños robos. Grandes sectores de la población (y os hablo de gente letrada y culta, pero que no salían de su pequeño mundo ni para coger el pan) creía firmemente esos preceptos y no se acercaba jamás a una persona negra, convencidos de que serían atracados o robados por ésta. Cintas como la que nos ocupan ayudaron a la sociedad a darse cuenta de que el carácter o la honradez, no podían enmarcarse en la biología.
Entre pillos anda el juego (Trading places en el original) es una cinta que va más allá de la comedia, una película de las que hacen reír hora y media y pensar días y días, y en su argumento podemos encontrar planteamientos sociológicos, psicológicos e incluso filosóficos, y aún con todo ello, es una de las películas más divertidas de la década de los ochenta, que se hizo acreedora a un Globo de Oro para mejor película y mejor actor (Eddie Murphy), y un Oscar para la mejor banda sonora, realizada por Elmer Bernstein. Bajo la dirección de John Landis, quien ya había trabajado con Dan Aykroyd en la trepidante Los Blues Brothers y que, aunque de gran acierto para la comedia también había dirigido clásicos del terror como Un hombre loco americano en Londres, Entre pillos anda el juego nos muestra una revisión de la historia del Príncipe y el Mendigo, pero con mucha más picardía. Una historia llena de humor, locura, sorpresas y giros de guión, y un final memorable. Cinefiliabilidad 7, lo que significa que es apta para ver en familia pero cuidado con los niños, porque salen tetas más de una vez, y que es preciso estar atentos a la trama. Aquí os dejo los créditos de inicio, más que nada por la música:
"George: recuerda que ningún hombre es un fracasado si tiene amigos. Ps. ¡Gracias por las alas!". Si no coges esta frase, tienes que ver más cine.
1 Comentarios
da lo mismo las veces que la repitan, me encanta la peli !
ResponderEliminarSe respetuoso o se borrará tu comentario. Gracias.