Aún flota en el aire el olor a carne asada y a las brasas. El carbón, ya casi
apagado del todo, despide un olor particular que me gusta mucho. Ha sido la
primera barbacoa de la temporada de verano, han estado todos (menos Lestat, que
es un finolis y dice que ese tipo de celebraciones son chabacanas y no van con
él. Pero luego, bien que se come el plato que le lleva su tío abuelo Vladi…),
hemos comido, reído, bailado… Lo hemos pasado estupendamente, aunque ahora ya
casi todos se han ido a acostar, el último, el tiíto Creepy, que me ha dado un
beso en la frente y ha dicho “todo ha sido delicioso… pero el mejor bocado, no
se puede saborear siendo tres”. No sé por qué lo dijo. El caso es que ahora
estamos solos ZombiD y yo, tirados en las tumbonas de la azotea fumando cachimba
y jugando al veo-veo. Su brazo alrededor de mis hombros me sirve de
reposacabezas. Hace una noche preciosa.
-Eeeh… ¿Tiestos?
-No. - Contesto, soltando humo
rosado.
-¡Tejas!
-Premio, te toca.
-Veo-veo, una cosita, con la letrita…
b.
-¡Je! Birra. - digo enseguida, señalando el
botellín que tiene en la otra mano.
-Nop. - sonríe ZombiD, y eso me descoloca,
porque con b, SIEMPRE es birra.
-Mmh… ¿Brasas? - niega con la cabeza - Bebidas.
- niega de nuevo. - ¿basura? ¿Baldosas? ¿Bolsas? ¿Bacon? ¿Barbacoa, restos
de…?
-No, no, no, no. - sonríe abiertamente - ¿Te
rindes?
Por más que miro a mi alrededor, no veo nada más que
comience con la letra b. Giro la cara para decirle que me rindo, pero ZombiD
también ha vuelto la suya, y de golpe mi boca se ha encontrado con la suya, el
brazo que tenía en mis hombros me arrima más a él, sus labios se deslizan sobre
los míos… ha soltado la cerveza y me acaricia la mejilla, que me arde, mi cuerpo
pega un escalofrío y parece querer sentir todo a la vez. Su boca sabe un poco al
pastel de chocolate del postre, a cerveza y al tabaco de bayas de saúco de la
cachimba… por debajo de todo eso, noto un sabor como al olor que queda después
de llover, a tierra húmeda, que es a lo que suelen oler los zombis limpios. Con
toda suavidad, ZombiD se separa tiernamente de mi, sus labios producen un suave
chasquido al soltar los míos. Mi pierna derecha tiembla en espasmos
-Beso. - dice, tomando aire. Yo tengo que
acordarme de respirar. ZombiD no deja de mirarme a los ojos, su nariz verdosa se
frota contra la mía, totalmente roja. Mi boca piensa sin mí, pero me alegra que
lo haga, porque no es para decir nada. No decimos nada. Y nunca un silencio ha
comunicado tanto.
Si tuviéramos que hacer una lista de besos
preciosos en la historia del Cine, sé que habría en ella pocos besos entre una
chica y un zombi, pero sí figuraría al menos uno del Cine que ya tendrías que
haber visto de hoy, y que es el último de ésta temporada: El hombre
tranquilo.
La historia nos sitúa en un precioso paisaje
irlandés, y a una estación de cuento a la que llega un tren, del que se baja un
hombre muy alto que pregunta por un pueblecito llamado Inisfree. Este hombre,
que no es otro que John Wayne que por una vez no hace de sheriff, es un boxeador
retirado que vuelve de los Estados Unidos a su Irlanda natal para establecerse
allí. De camino a la propiedad que un día le perteneció, ve a una chica
pelirroja que pastorea ovejas. La guapísima Maureen O´Hara le devuelve la mirada
y no es preciso decir más. Pero alguien sí que lo dirá.
Cuando Sean Zorton (Wayne) intente recuperar
“Blanca Mañana”, el terreno y la casita donde vivió su niñez con sus padres que
actualmente posee la señora Teelan (llamada la viuda Teelan), un hombre
pelirrojo, grandote y de escasos modales llamado Will Dannaher irrumpirá,
quejándose de que él había presentado oferta primero, lo cual es cierto. La
viuda, que en un principio se resistía a vender la casita a Zorton, repugnada
por la rudeza de Dannaher, se la cede. Dannaher intenta regatear, pero no está
dispuesto a llegar al dinero que ofrece Zorton, con lo que se marcha vencido y
de muy mal café. En su casa, le espera su hermana pequeña, Mary Kate, que no es
otra que la pelirroja en la que se ha fijado Zorton.
Mary Kate y Sean se verán atraídos el uno al
otro, pero Dannaher se negará rotundamente a permitir relaciones entre ellos.
Sean, que ha pasado toda su vida en América, donde existe mucha mayor libertad
para la mujer, no comprende que si su hermano mayor no da el consentimiento, no
habrá noviazgo alguno. Mary Kate, de carácter fuerte y agresivo, no cesa de
enfrentarse a su hermano, aunque sepa que no conseguirá nada. Finalmente, el
padre Lannegan (narrador de la historia), el pequeño (de estatura) Mickelinne
Flinn y otros amigos de Sean organizan una conspiración para que Dannaher acepte
los esponsales de su hermana con Sean Zorton, pero cuando descubra que ha sido
engañado, se negará rotundamente a dar la dote nupcial a su hermana, lo que nos
lleva a otro problema: Sin su dote, Mary Kate se niega con la misma terquedad a
entregarse a su marido. Y Sean se niega con igual cabezonería a pedirle a su
cuñado el dinero de la dote.
El hombre tranquilo, dirigida por John Ford en
1952, es una pequeña gran joya del cine. No tan
conocida como otros clásicos
como Casablanca o La reina de África, es sin embargo igual o incluso más bella
que estas. Es una historia de amor costumbrista y llena de tradición, en la que
dos culturas semejantes, pero terriblemente diferentes, tendrán que aprender a
soportarse. Sean Zorton, el “yanquee”, es visto por sus vecinos como un
extranjero, un extraño que viene a quedarse con lo que no ha trabajado, un
capitalista en un pueblo de obreros. Por su parte, Dannaher, terrateniente, rico
y con cierto poder, no soporta la llegada del advenedizo ex-boxeador que le
restará protagonismo en todos los ámbitos e intentará primero quitarle a su
hermana, y después, para chincharle, fingirá interés en la mujer a la que él ama
(y como es tan bruto, o no le dice nada, o se pasa de rosca). Zorton es un
hombre astuto y educado; aunque se haya ganado la vida como boxeador, le vemos
ser cortés, comedido, usar expresiones cuidadas… sabemos que ha estudiado,
aunque no sea algo que se haga realmente patente en la cinta. Dannaher es su
opuesto; es pasional, rudo, grosero, y no es amigo de discutir más que a
puñetazos, cosa que Zorton evita constantemente, lo que será tomado como
cobardía por sus vecinos, y que en realidad obedece a un secreto que atormenta
al protagonista y que está detrás de su decisión de colgar los guantes y
desaparecer.
Mary Kate es una mujer absolutamente contraria a
lo que podría esperarse en la década de los cincuenta; es cierto que entonces ya
emergía el feminismo, pero para ella, muy parecida a su hermano, los ideales
sociales no cuentan tanto como los ovarios encima de la mesa; si Dannaher hace
ademán de levantarle la mano, ella directamente coge un cántaro de cuatro quilos
y le previene “Como me pongas la mano encima, te juro que ésta noche hay
velatorio”. Con Zorton no es ninguna princesita amable y dulce, sino una mujer
que sabe defenderse y no duda en hacerlo, y aunque la fuerza superior del
boxeador pueda doblegarla, su mala uva no se puede superar. Ella y Zorton
vivirán lo que se llama “relación tormentosa”, porque si él no recupera su dote,
ella no está dispuesta a dejarse querer; para Zorton, esa dote no es más que un
puñado de billetes y él no se ha casado con Mary Kate por el interés; para ella,
esa dote representa todos sus ahorros, esfuerzos y trabajo de muchos años, y
sobre todo, el símbolo de que ha dejado de estar bajo la protección de su
hermano para formar una familia propia con su esposo. Sin ese símbolo, no siente
que pertenezca a él. Así, en la noche de bodas, ella afirma que él no tiene
derecho a tocarla y se encierra en la alcoba. En un principio, Zorton decide ser
frío y comprender que su mujer ha pasado una noche muy difícil también, pero
cuando escucha que ella echa el pestillo a la puerta, se le acaba la paciencia,
tira la puerta de una patada y agarrando a su esposa dice una de las frases más
memorables en las historias de amor llevadas al cine: “Entre nosotros no habrá
puertas ni cerrojos, Mary Kate, ¡excepto los que tú pongas en tu mezquino
corazón!”. Y sí, la besa. Pero no, no hay fundido negro. Si queréis saber qué
pasa, tenéis que verla.
El hombre tranquilo es una película deliciosa.
Es una historia de amor cuando eso de “comedia romántica” era un término que no
existía y ese tipo de cintas no pretendían tomar por idiota al espectador ni
ofrecerle una peliculilla de consumo rápido. Aunque sea tierna y llena de
sentimiento, no llega en ningún momento a la sensiblonería y está plagada de
humor. Y como no podía ser de otro modo en una película de John Wayne, hay
pelea. Y es una de las más largas y divertidas de Wayne, para mi gusto, incluso
mejor que las que tiene con Lee Marvin (“¿Guilhully…?”) en La taberna del
irlandés, dirigida también por John Ford. Recordadme que os hable de ella cuando
vuelva el otoño.
"Tiene mucha fuerza, Dannaher, ¡detesto los apretones de manos flojos!" El inicio de una amistad... o algo. |
John Wayne es un actor al que estamos
acostumbrados a ver haciendo de tipo duro, de sheriff, de policía,… jamás de
galán romántico. Pero en esta cinta no sólo lo logra, sino que queda
maravillosamente bien. Un conocido mío tenía prejuiciado a éste actor, de quien
él decía que no era realmente actor, sólo sabía hacer de sheriff. Cuando se la
presté y la vio, cambió radicalmente de modo de pensar, pasó a encantarle y se
hizo fan de sus cintas. Espero sinceramente que alguno de vosotros se anime a
verla y disfrutar de ella. El hombre tranquilo es una cinta divertida, muy
bonita, fácil de ver; pero también es romántica, de ritmo sosegado, casi un
cuento… cinefiliabilidad 6.
“Maldigo a todos los hijos por los que das la vida”
Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.
¡Os espero a todos la semana que viene en Cine que
sólo se ve en verano! ¡Caspa, terror barato, tetas, Chuck Norris y cutrerío
cultural a raudales! ¡A chincharse!
2 Comentarios
Buenísima película. Los clásicos nunca defraudan. Si no la conocen, les recomiendo esta página dedicada al cine en dominio público, con muchas películas clásicas disponibles que merecen la pena: Cine Libre Online
ResponderEliminarSensacional película. Tienes razón en lo de "Pequeña Gran Joya del cine". No es nada ostentosa, sosegada y como tú dices, fácil de ver. Ireemplazable. Los últimos veinte minutos de la peli (el "agradable paseo" y la pelea a puñetazos apuestas incluidas) son sensacionales, o como diría Mickelinne Flinn "homéricos".
ResponderEliminarPor cierto, seguro que has escuchado más de una vez esta canción. Creo que viene al pelo con la introducción de esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=0yinR3tV_eU
¿A tí qué te parece?
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