Si no eres un hƩroe serƔ porque no quieres.


Este mes parasito en la secciĆ³n de rol con cierto nerviosismo y miedo de meter la pata. Sinceramente, soy un apasionado de todo aquello que rodea a la fantasĆ­a, por ende a los juegos de rol sobre Ć©sta, pero por determinadas razones no me considero un rolero de pro, bĆ”sicamente a penas me he zambullido en todo su esplendor en los juegos de rol. Pero sĆ­ que tuve mis primeras incursiones en ese fascinante mundo. AsĆ­, puedo decir todo orgulloso y en voz alta que yo me desvirguĆ© con: HEROQUEST. A continuaciĆ³n no os hablarĆ© de las sin fin de versiones que salieron a la venta, de si tiene videojuego o con quĆ© material se fabricĆ³ el tablero. SĆ³lo hablarĆ© del juego que marcĆ³ mi infancia.



Heroquest es en base un juego de mesa de aventuras que se fusionaba con el juego de rol convencional, cargando con multitud de ventajas para principiantes y con mĆ”s de un defecto para los avanzados. Pero aĆŗn asĆ­, si querĆ­as echar un rato divertido y nada que pudiera llevar horas, dĆ­as o meses, Heroquest era ideal.

DiseƱado por Stephen Baker y comercializado por MB a partir de 1989, a EspaƱa llegarĆ­a a partir de los 90 y todo aquĆ©l que no tuviera un tĆ­o “rolero de pro” con la mastodĆ³ntica caja guardada en el armario, simplemente perdiĆ³ un gran momento de su infancia. Porque abrir esa caja y descubrir lo que habĆ­a en ella era multiorgĆ”smico y sin saber quĆ© era orgasmo siquiera. Era imposible mantener en el interior los millones de signos de exclamaciĆ³n por cada pieza que veĆ­as y que luego tu familia se viera envuelta a matarlos como moscas y ponĆ©rtelos como cena junto al bocata de alubias. Por cada figurilla de los jugadores o los malvados que iban de orcos, esqueletos, zombis o un brujo anorĆ©xico; por los dados con dibujos extraƱos, por el tablero “mazmorril” o la mampara del “Malvado Brujo” –o sea, del “master” de la partida- a lo Dr. Infierno, donde tras ella estarĆ­an los malvados planes de aquĆ©l al que habĆ­a que derrotar… Ni la casita de muƱecas de Playmobil que tanto deseaba en aquellos aƱos producirĆ­a el placer que sentĆ­ aquel dĆ­a.

La historia era oscura y muy sencilla: en un mundo dominado por las fuerzas del caos, el sabio Mentor reĆŗne a unos hĆ©roes para enfrentarse al Malvado Brujo y las fuerzas del Caos. Los hĆ©roes, evidentemente, eran los primeros 4 jugadores, siendo 1 el mĆ­nimo permitido. El Malvado Brujo harĆ­a el rol de “master” –el segundo jugador mĆ­nimo permitido-, controlando el tablero, las hordas de enemigos y orquestando el fin de los hĆ©roes. Pero el Malvado Brujo tenĆ­a a su vez ciertos lĆ­mites, asĆ­ pues debĆ­a regirse por el mapeado existente y no inventarse sobre la marcha dĆ³nde poner los enemigos, las trampas o ese zombi para sorberle los sesos al elfo gay. Y era asĆ­ como la subhistoria de la trama general podĆ­a ser cualquier cosa a la imaginaciĆ³n inocente del master: buscar un tesoro, rescatar una damisela en apuros, violar a la gĆ”rgola del torreĆ³n u ocuparse de la anorexia del brujo.

Los personajes heroicos a elegir entre los jugadores eran: el BĆ”rbaro, el Mago, el Enano y el Elfo –o como se mal tradujo: el Duende-. Cada uno con sus particularidades que se mostrarĆ­an en las Fichas de Personaje, y los cambios segĆŗn avanzare el juego. Contando con estos hĆ©roes, tendrĆ­amos 35 miniaturas fabricadas por Games Workshop –Warhammer-: 8 orcos, 6 goblins, 3 fimirs, 4 guerreros de Caos, 1 brujo de Caos, 1 gĆ”rgola, 4 esqueletos, 2 zombies y 2 momias; suficientes para que el Mago Malvado pudiera matar a tus personajes y orinar sobre ellos mientras se bebĆ­a cafĆ© con tres cucharaditas de azĆŗcar, y media de azĆŗcar moreno, y carcajear malĆ©volamente. TambiĆ©n contarĆ­amos con mobiliario, puertas cerradas y abiertas que decorarĆ­an la sosa mazmorra que ni la revista de Nuevo Estilo mejorarĆ­a, fichas extras (trampas, piedras que obstruĆ­an el paso, pasadizos ocultos descubiertos…), mazos de cartas con caracterĆ­sticas de los enemigos, tesoros, hechizos… seis dados: cuatro de combate de seis caras y dos tradicionales de seis caras; y, como no, el tablero que emulaba el mapeado de una mazmorra donde ocurrirĆ­a todas las aventuras, sin que tenga que ser toda ella hĆ”bil para el juego.



El master, como Malvado Brujo, debĆ­a de comunicar la misiĆ³n al resto de jugadores para que diera comienzo la partida teniendo en cuenta el mapa del reto a realizar y encargĆ”ndose de montar las habitaciones segĆŗn las vayan descubriendo. Establecido un orden de tirada, los jugadores debĆ­an avanzar por el tablero gracias a los dados convencionales y luego elegir acciones si se podĆ­an ejecutar. AsĆ­, si te topabas con un siervo del Ejercito de las Tinieblas y decidĆ­as beber cerveza de su crĆ”neo pulido, debĆ­as utilizar los dados de acciĆ³n, tirando el master por el enemigo. Y bĆ”sicamente ya estĆ”, asĆ­ de sencillo, teniendo la historia, la acciĆ³n, la estrategia y el compaƱerismo, o no, toda la emociĆ³n como buen juego de rol.



Dicho todo esto, creo que es mĆ”s que evidente dĆ³nde estĆ” los pros y contras de este juego. En contra tenemos un juego que como rol se acartona en el mismo escenario pues no hay mundo mĆ”s allĆ” de esas habitaciones y para alguien que ha explorado mundos enteros roleros, el juego se convierte en un mero pasatiempo de pasar algĆŗn dĆ­a un buen rato divertido sin que la partida se demore. Por no nombrar la escasez de personajes o enemigos –arreglado en versiones mĆ”s actuales por lo visto-. Claro, podĆ­a existir el hecho de que te atrevieras a crear todo un mapeado exterior nuevo, ya fuera en cartulina para tener tablero, o usando tu imaginaciĆ³n y pasarte por el forro los dados de desplazamiento y que le dieran a ciertas reglas, pero eso es otro cantar que viene poco a cuento. Ahora bien, como un juego para introducir a los novatos en el mundo de rol es mĆ”s que perfecto: sencillo, directo, con figuras para aquellos con poca imaginaciĆ³n, poder crear tu ambiente malĆ©volo y anotar tus primeras restas de vida porque aquĆ©l orco se limpiĆ³ su colmillo con tu delicado esfĆ­nter. Era, en definitiva, atractivo. Como el Anillo ƚnico, todos querĆ­an tocarlo y en sus cabezas pasaba la idea de matar a Deagol.



Acabando, un juego de mesa “roliano” que bien merece ser saqueado del museo de historia donde estĆ© o de aquĆ©l familiar rolero que guardarĆ” en caja fuerte como buen tesoro. Y sino, siempre os queda mirar en el armario de vuestro tĆ­o “rolero de pro”, descubrir esa caja dĆ³nde se respira puro heroĆ­smo, aventura y testosterona; abrirla y descubrir cĆ³mo puedes tener tu primer orgasmo rolero, cĆ³mo ser un hĆ©roe machacando todo tipo de criaturas mientras insultas a viva voz, soƱando ser un “Chuacheneguer”, un “Orlandito Blum” o un “Rastlin”... Y si no te ocurre, deja el maldito juego en el armario y vuelve con el Juego de la Oca o el PokĆ©mon de las narices.

Hasta la prĆ³xima, KaZetanianos.